Oz —A veces no sé si admirarte o sorprenderme por las estupideces que cometes. —Admírame y cállate que no tengo la jodida cabeza para soportar una retahíla. Cubrí mi rostro con un brazo bloqueando la luz en mi cara en lo que sentí la aguja traspasar la piel por la parte interna del codo en mi otro brazo, la migraña acababa conmigo a la par de los gritos de mis voces y la debilidad en mi cuerpo era evidente. —Oz esto lo puedes hacer cualquier otro día. —No tengo otro puto día, así que saca las dos jodidas unidades y deja de quejarte que no te pago para ser mi madre. No hacía falta verlo para saber que ese idiota estaba con su típica negativa silenciosa por mis acciones, pero tampoco haría nada por contradecir mi decisión. Desde el nacimiento de Travis solía ir a diversas clínicas para