Tras un par de horas en la barra, nos fuimos a la habitación llevándonos la botella de tequila y Jack, no estábamos ebrios pues fue más lo que hablamos y reímos que lo bebido, pero cada minuto fue magnífico a su lado y antes de abrir la puerta, la pegué entre mi cuerpo y la pared repasando el escote de su espalda. —Oficialmente haré el tequila mi segunda bebida predilecta en tu honor, Raquel Olmeida. —¿Ah sí? ¿Y qué más será predilecto en tu vida que sea en mi honor? —preguntó divertida cruzando sus manos detrás de mi cuello. —Quizás el ron, pues tu genética latina e hispana me tienen cautivo. —¿Sabías que los hombres hacían ofrendas a sus dioses para hacerlos felices? —Interesante, ¿y qué desea esta diosa? —Quiero verte arrodillado por primera vez. —Pides mucho. —Yo no pido, Oz, o

