Adriano miró el rostro que tanto amaba con una mueca y al intentar tragar saliva, se sintió completamente incómodo. Apenas podía sortear el nudo en su garganta. Sus palabras le habían traspasado y tocado una fibra sensible que no sabía que tenía. Lo hacía sentir vulnerable y era algo a lo que siempre le había huido, odiaba sentirse débil. Sin embargo, no podía ignorar que sus palabras habían hecho trastabillar en algo su resolución de conseguirla a la fuerza. No podía ni osaría ponerle una mano encima sin su consentimiento, aunque era lo que más deseaba en el mundo; era incapaz de hacerle daño adrede, ahora lo sabía y eso lo inquietaba. —¿Qué voy a hacer contigo, Susana? —preguntó de manera retórica, soltando un hondo suspiro—. Todo esto es… demasiado. Sus deseos de estar con ella y