Liluina despertó con los rayos del sol sobre su rostro y buscó su reloj sobre la mesa para mirar la hora, pasaban de las diez – no es cierto – se levantó de prisa, había pequeños puntos rojos sobre su pecho, pero podían cubrirse con el abrigo, pasó al baño y llamó a Erina. – Diga, señora. – Ya es muy tarde, ¿por qué no me despertaste? – El señor pidió que la dejáramos dormir, lo siento mucho. Maldijo el nombre de Lucas – prepara el baño, ¿dónde están los demás? – El Duque salió temprano, la señora está en el comedor con los niños y el señor Lucas salió después de recibir una carta. – ¿De quién era la carta? Había pocas personas en el reino que harían que su esposo saliera de la mansión sin despertarla y una de ellas se encontraba sentada en un restaurante con habitaciones privadas m

