Esa noche, mientras Alicia dormía en su hamaca con un conejo blanco en brazos, Esmeralda caminó despacio por los pasillos del palacio, entró a la habitación prohibida y colocó una planta en la esquina para tener suficiente luz
– ¿Por qué está prohibida? – esa era la pregunta cuya respuesta, debía encontrar.
Ni una sola vez en todo ese tiempo el rey demonio apareció, jamás le explicó por qué estaba ahí ni la forzó a hacer algo en contra de su voluntad, Alicia tampoco le prestaba mucha atención más allá de llevarle comida, y la ropa aparecía por sí sola en el armario, pero, esa habitación estaba prohibida.
Era demasiado perfecto para dejarlo pasar.
Su libro de Casian estaba con ella y tenía un recuento de historias, aventuras y odiseas propias de un gran héroe, y lo que ese héroe jamás hizo, en toda su historia, fue sentarse a esperar a que alguien lo rescatará.
Durante varias noches, visitó la habitación y miró todos los objetos, cargó las mesas para acomodarlas, enderezó las pinturas, dobló las cortinas y revisó los armarios, también apiló las cajas de joyas y las separó en la mesa para analizarlas.
Todos los objetos eran comunes, pero algo en ellos, tenía que ser diferente.
Entre los objetos, vio un espejo roto, lo levantó y lo recargó sobre la pared.
– ¡Querida Luisa! – dijo una voz profunda en la habitación – desde la primera vez que te vi, no pude dejar de pensar en ti, no, eso no sirve.
Esmeralda miró alrededor, notó una luz débil y se acercó al espejo.
– Querida Luisa, quizá no sea el caballero, el escolta, el escudero, ah, quizá no sea el sirviente más destacado, tampoco el más fuerte, ni el más decidido, pero…, pero…, tiene que haber algo después de eso.
Esmeralda sonrió.
– Querida Luisa, sí me das una oportunidad, ah, olvídalo.
– No lo hagas – susurró Esmeralda – no te rindas – lo dijo con la intención de aprender de esas palabras, porque no quería rendirse.
– ¿Quién dijo eso?
Esmeralda abrió los ojos.
– ¡Hola!
Antes, Esmeralda pensó que ese espejo reproducía un recuerdo, había escuchado sobre hechizos al respecto, no imaginó que fuera un canal de comunicación – ¿puedes escucharme? – presionó sus manos sobre el espejo con la esperanza de atravesarlo – aquí, ¿puedes oírme?
– Te escucho, ¿quién eres?
– Soy la princesa Esmeralda, por favor, lleva este objeto al castillo, lo que sea que estés usando para escuchar mi voz.
La luz se encendió, más bien, el espejo fue girado y del otro lado apareció un hombre joven.
– Soy la princesa Esmeralda, quizá escuchaste la historia de mi captura a manos de un rey demonio, sí vas con mis padres y les explicas, te recompensarán.
El hombre dudó, su reflejo se movió hacia un lado y Esmeralda asumió que la estaba buscando a ella, detrás del espejo.
– No estoy, es una herramienta mágica, debió venir de la torre, tal vez.
– ¡Eres una bruja!, reportaré esto.
– NO, por favor, no soy una bruja, ¿acaso no me escuchaste?, soy la princesa Esmeralda.
El hombre resopló – lo diré una vez, no hay una princesa Esmeralda, el rey tiene tres hijos, y son tres idiotas.
– ¡Tres! – repitió Esmeralda y temió, que el otro lado del espejo no estuviera en su reino – encuentra a un mago, él me entenderá – siguió suplicando, pero era difícil hacerse entender mientras caía en la desesperación – ¿cómo te llamas?
– Casian.
– Es un buen nombre, igual al héroe – susurró Esmeralda – no soy una bruja, estoy atrapada en el castillo del rey demonio, sí llevas el espejo con un mago, él sabrá qué hacer, prometo, que sí me ayudas a volver a casa, serás recompensando, ¡puedes hacerlo!
– Espera aquí.
Esmeralda se sintió más tranquila, aguardó en silencio junto al espejo, se recargó sobre la pared y contó los segundos.
– Niña – la llamó Casian – hablé con uno de los magos que trabajaron en la recolección y me dijo que no existe una princesa con ese nombre.
Esmeralda se talló los ojos – el espejo debe estar muy lejos, dime, ¿en qué reino estás?
– Sinseo.
– Me diste el nombre de un reino que ya no existe, por favor, dime en qué reino te encuentras, te guiaré hacia la torre de magia y podrás hablar con ellos.
Casian frunció el ceño – te di el nombre correcto.
Esmeralda recordó, antes de la era del antiguo rey demonio que derrotó a un espíritu rey, hubo un reino llamado Sinseo que fue absorbido y se volvió parte del imperio Jecian, eso fue medio siglo atrás – ¿qué año es?
– Mil ciento catorce.
Esmeralda sintió que su cuerpo se desplomaba, aunque ya estaba sentada sobre el suelo – no bromees conmigo, ese no es el año correcto, ¡tiene que ser mentira! – miró hacia arriba – el espejo, descríbelo, dime, la forma, el color, los grabados en la madera, por favor.
Casian describió a detalle el espejo, las formas de criaturas del bosque en los extremos, el fogaje en la parte de arriba y lentamente, Esmeralda entendió que se trataba del mismo espejo, ese no era en un canal de comunicación, era un espejo que se conectaba a través del tiempo.
Casian terminó de revisar y escuchó el llanto de la niña que estaba del otro lado, se veía muy joven – lo siento, tal vez pueda llevar el espejo con un mago, como dijiste. Ellos enviarán un mensaje a dónde sea que estés.
Esmeralda lloró, un mensaje entregado en la torre que pasaría quinientos años acumulando polvo, si dicho mensaje realmente existiera, igualmente, nada cambiaría, porque nadie detuvo al rey demonio esa noche.
Sin más que hacer, Casian se sentó.
– Tu declaración – susurró Esmeralda – planeas declararte a una joven.
– ¡Escuchaste eso!
– Sí quieres mi consejo, la sinceridad es lo más importante.
Fue una frase dicha al azar, pero inspiró a Casian, esa misma noche se confesó y fue brutalmente rechazado. Tristemente, además de la sinceridad había otras cosas que eran importantes, como el dinero y la posición.
Escuchar que no era más que un sirviente, que no tenía futuro en el ejército y que su vida nada valía, de labios de la joven a la que se confesó, fue muy duro – ah – suspiró Casian y volvió a la tienda, ahí estaban todos los objetos recogidos de la mansión de hechicería que reportaron un par de días atrás.
– ¿Qué harán con eso? – preguntó Casian al soldado que estaba acomodando los muebles.
– Quemarlos, dicen que algunos están embrujados, mientras estuviste cuidando, no tocaste algo, ¿cierto?
– No soy idiota, ¿necesitas ayuda con eso?
La noche siguiente Esmeralda volvió a la habitación y vio que el espejo estaba cubierto, había una esquina de la emergía un poco de luz – hola.
– ¡Sigues ahí!
– Si, ¿qué sucede?
Casian acomodó el espejo para volver a cubrirlo, después puso una caja encima para que nadie más viera el reflejo de la luz dentro de la carreta – quemaron todo, sí te dejo ahí, también te quemarán a ti.
Esmeralda sonrió – no estoy dentro del espejo.
– Es lo que tú dices.
Ella aceptó que esa parte era cierta y se sentó – y, ¿a dónde vamos?
– A mi casa.
– Y, ¿de dónde eres?, escudero.
– Soy Casian Velati, de Sinseo.
Esmeralda sonrió – te pregunté de qué provincia… – sus palabras se detuvieron, dio la vuelta y miró el reflejo – te llamas igual que él – se levantó de prisa, corrió de regreso a su habitación, tomó el libro y lo revisó nuevamente – Casian Velati – regresó a la habitación – naciste en la provincia del norte, tu familia sirvió a un barón, te uniste al ejército a los quince años.
Casian detuvo al caballo – ¿cómo sabes eso?
Esmeralda sintió que estaba teniendo un colapso – eres tú, Casian, el héroe que vivió hace seiscientos años, el que venció al rey demonio, eres – su mente trabajó rápidamente – ¿en qué parte de tu historia te encuentras?, no, ¿qué edad tienes?
Casian pensó muy seriamente, que en el espejo había una bruja – tengo veintidós años.
– Muchos diarios dicen que te convertiste en caballero a los veinte, pero en realidad lo hiciste a los veinticinco, la clave es el maestro Félix, tienes que ir con él, dime, ¿en qué parte del reino de Sinseo te encuentras?
Casian lo pensó muy seriamente – tiraré el espejo al mar.
– No, no lo hagas, por favor, sé que parece que te estoy engañando, pero, puedo probarlo, sí escuchas lo que digo, puedes convertirte en un caballero, lo tengo todo aquí, ¿puedes verme?, quita la cubierta, tienes que verme, sí lo haces, sabrás que digo la verdad.
Casian se rascó la cabeza – ah, te daré una oportunidad, iremos con ese hombre del que hablaste, pero sí no logro convertirme en caballero, te prenderé fuego, bruja.
Esmeralda asintió – Acepto.
A la mañana siguiente, Alicia la vio muy sonriente y se apartó, Esmeralda siguió su rutina, esperó a la noche, fue a la habitación y acomodó su diario – ¿cuánto falta para llegar?
– Ah, ahí estás, ya era hora que aparecieras, estoy muriendo de hambre.
Esmeralda no podía ver porque el espejo fue cubierto por una pesada cortina – ayer estabas bien.
– Eso fue hace dos meses.
– ¿Qué?
– La última vez que tú, bruja desquiciada, apareciste, fue hace dos meses.
Esmeralda no entendió a qué se debía ese cambio, pero no importaba – eso es bueno, significa que ya estás en la casa de Félix, ¿cierto?
– Está más al frente.
– Escucha, debes decirle que tuviste una visión, en tu época los espíritus del agua son los más confiables, dile, que conociste al hada del bosque y que sabes en dónde se encuentra su hijo. Hay una mina más al norte, esclavizan menores de edad porque son pequeños y es fácil meterlos en las cuevas más profundas, sí te das prisa, habrá más probabilidades de que lo encuentren con vida y como pago por la información, debes pedirle que te entrene, ese hombre es tu maestro, será quien te convierta en un poderoso caballero y…
– Sí lo que dices es cierto – dijo Casian, desde su lado del espejo, había una pequeña fogata, una noche oscura sin estrellas, una carreta vieja con un caballo que robó, porque no tenía suficiente dinero y su destino como un poderoso caballero podía ser una realidad, o el invento de una bruja para atormentarlo.
A la mañana siguiente, llegó a la cabaña y la encontró vacía, no había señales de que alguien vivía en ese lugar. Su caballo estaba cansado y la bruja solo aparecía de noche, tampoco había garantía de que estuviera es noche – ah, maldición – pateó una piedra y guio a su caballo de regreso al sendero, en el camino, una mujer anciana caminaba cargando un gran costal.
– Disculpe – corrió a verla.
La mujer anciana lo miró con desconfianza.
– Señora, estoy buscando al hombre que vive en esa cabaña, ¿lo conoce?
Ella giró la mirada – al granuja no lo encuentras en casa, ve a la taberna, ahí lo encontrarás.
Casian quiso darle una oportunidad a la bruja, tiró de la carreta para no cansar más a su caballo, llegó a la taberna y entró sin causar escándalo. El hombre que supuestamente sería su maestro, estaba tan ebrio que no distinguiría el día de la noche, era ridículo pensar que sería esa persona quien cambiaría su vida.
– ¡Eres el caballero Félix!, un espíritu del agua me visitó y me dijo que tu hijo está en una mina del norte, sí, eso pensé, me iré ahora y… – no terminó la frase, una mano le sujetó el cuello y lo empujó contra la pared, solo que no se trataba de una mano humana, sino de una energía de color verde que emanaba del caballero ebrio.
– Repite, lo que dijiste.
Al llegar la noche, Esmeralda estaba impaciente, corrió a la habitación prohibida, descubrió el espejo y pegó sus manos, nuevamente había una manta del otro lado – ¿estás ahí?
– Finalmente apareces – dijo Casian mientras bebía.
– ¿Lo encontraste?
– Lo hice, es un maldito lunático, desde el primer día casi me mata, dijiste que era un caballero, olvidaste decir que lo corrieron del ejercito porque torturaba a sus aprendices.
Esmeralda bajó la mirada hacia sus apuntes, en todos los libros que investigó, jamás encontró una nota que describiera la personalidad del caballero Félix, y sí Casian no entrenaba, entonces… – lo siento, no investigué bien, tal vez, haya otro caballero en esa zona, sé que alguien te entrenará.
– Él lo hará – soltó Casian, abrumado por el peso del tarro de cerveza, después de pasar todo el día blandiendo una espada – seré un caballero – bebió.
En su habitación, Esmeralda supo que su destino sería diferente, porque en la batalla final, Casian no sellaría al demonio, él lo vencería y ese futuro, de ella siendo una prisionera, jamás sucedería.