(Narra Dante Sartuori)
Habían pasado dos días desde el pequeño problema que se suscitó con Rowan y no necesitaba que me lo dijera, pero sabía que me estaba evitando. Si nos cruzábamos en los pasillos se giraba en redondo, apresuraba el paso y huía del lugar. Los murmullos sobre la persecución estaban ardiendo. Incluso los sujetos a los que les pase por encima, me miraban con recelo. Creo que porque llevaban yesos para sus huesos rotos.
Ver al maldito mudo me hacía sentir clavos en los ojos, quería estrangularlo. Pero mi sentido razonable me decía que tenía que esperar, primero iría por Rowan y luego por el marica de Daniel. Me la ganaría y cuando fuera mía no le iba a importar que le pasara al mudo.
―Oye tú, ¿has visto a Rowan?―Le pregunte al primero que me pasó enfrente.
―Sí, está en
