(Narra Annie Rowan) No comprendía por qué no le tuve miedo a Dante cuando tomo mi mano, se supone que debería haber muerto con su simple tacto. Pero lo que sentí fue algo muy diferente al miedo y, definitivamente no era terror. Al principio yo no quería que me tocara, pero no importó cuanto trate de zafarme de su agarre, él no me lo permitió. Sin embargo, no podía permitir que me tomara de la mano, no éramos ni siquiera amigos. Así que le pedí de la forma más amable que me soltara. Su mano era mucho más grande que la mía, era cálida, bueno... Creo que estaba ardiendo en temperatura. Pero eso no me molesto, al contrario, de alguna manera me gusto. Al final accedió a soltarme y eso que yo temí que tuviera otra de sus explosiones de ira, pero para mi suerte no fue así. El realmente accedi