― ¡No, no, no! Ni lo pienses, Annie. No me vas a dejar. ― Una leve sonrisa se dibujó en su rostro.
― No, Dante. No es lo que piensas. Solo quiero estar en un lugar tranquilo.
A nuestras espaldas se escuchaban a los trabajadores que martillaban y serruchaban. Annie tenía razón, debíamos ir a un lugar tranquilo. Nos tomó unos minutos llegar, caminamos en silencio. La nieve se estaba derritiendo, el invierno estaba llegando a su fin.
― Dante…― Comenzó cuando se sentó en el borde de un gran tronco. Yo me coloque a su lado y escuche todo lo que tenía que decirme. ― Mi abuelo y tu abuelo, ellos se conocieron.
Resulto que había toda una historia entre nuestras familias, incluido su abuelo, el señor Elliot. Los tres se conocieron. Y ahora me parecía increíble que yo no tuviera un apellido, es
