No es lo que pensaba

1504 Palabras
Termino de arreglarme para la cena que hicieron a mi honor. Estoy súper nerviosa porque mi mamá no paró de contarme en lo mucho que hablaba Rodrigo de mí, en que le preguntaba por mí cada vez que se cruzaban en el pueblo y varias tonterías más. Sinceramente, me cuesta creer que ese chico esté interesado en mí, pero quizás le quedó la duda de lo que quise decirle la última vez que lo vi y por eso pregunta. Bajo las escaleras para ayudar a mi mamá a preparar la mesa. Unieron dos mesas en el patio, así que ayudo a poner el mantel, a acomodar las sillas y poner los cubiertos. Mi hermano y mi papá están vigilando el asado y mi mamá recibiendo gente. Me muerdo las uñas por los nervios. —¡Agus! —grita ella—. ¡Vení a saludar! Suspiro y entro de nuevo a la casa para dirigirme a la cocina. Dos mujeres me abrazan muy fuerte ni bien me ven, mi tía y mi prima. No sé desde cuándo son tan cariñosas si nunca les preocupé. —¡Qué grande estás! —exclama mi tía mirándome de arriba abajo—. ¡Increíble, toda una mujer! —Gracias, tía —replico, esbozando la sonrisa más sincera que puedo—. Vos estás igual que la última vez que te vi. —¡Cremas anti-age! —contesta riendo. Asiento con la cabeza mientras miro a mi prima, que está poniendo bebidas en la heladera. —Rodrigo está afuera —dice mi mamá. Arqueo las cejas—. Entró por la parte de atrás para ayudar con el asado, andá a saludarlo. En un rato viene su familia. Frunzo el ceño mientras doy media vuelta y vuelvo al patio. ¿La familia de Rodrigo? ¿Para qué querrían venir si apenas me conocían? Es cualquier cosa esto. Efectivamente, ahora hay un hombre más al lado de la parrilla. Acomodo mi pelo mientras me acerco a ellos y me aclaro la voz. —Hola —digo, provocando que los tres hombres se giren a mirarme. Mi papá y mi hermano sonríen mientras yo miro a Rodrigo intentando que no se note mi mueca de decepción. No es quien yo pensaba. Creo que mi rostro refleja lo que estoy sintiendo y el muchacho traga saliva con incomodidad antes de darme un pequeño abrazo. —¡Hola, Agus! Soy tu primo, Rodrigo. No sé si te acordás de mí, creo que no. —Se ríe—. Mmm, bueno, hace mucho que no nos vemos. —Sí, me acuerdo de vos, pero como no hablamos casi nunca, me parece raro verte —replico sonriendo. Él se rasca la nuca y evita mi mirada. —Bueno, pasa que nos llevamos unos diez años y no tenemos tantas cosas para hablar, pero siempre me preocupé por vos. —Gracias. Mi mamá me contó que siempre le preguntás por mí, lo aprecio mucho. Deposita sus ojos negros en mí y esboza una sonrisa bastante tímida. —En unos instantes vienen mi mujer y mi hija, quiero que las conozcas. Bah, creo que vas a conocer a mi mujer y te va a... sorprender y espero que te pongas contenta —comenta, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón. Aprieta los labios esperando mi respuesta. —Estoy ansiosa —miento. En realidad no me importa conocer a la mujer de un primo con el que apenas crucé dos palabras, pero bueno. ¡Ja! Que ingenua fui al pensar que mi Rodrigo iba a ser el que estuviera esperándome. ¡Es obvio que era imposible! Me doy cuenta de que me quedé mirando a la nada y decido hacer un gesto para avisar que vuelvo con mi madre. En ese momento, el timbre suena. —Voy yo, debe ser ella —dice mi primo, desapareciendo de nuestra vista. Saco mi teléfono y compruebo por décima vez en el día que sigue sin haber señal. Bufo y mi hermano se ríe. —¿Qué pasa? —interroga—. ¿No te anda el juguete? —¿Cómo se comunican acá? ¿Señales de humo? —cuestiono con tono burlón. Él se carcajea y se encoge de hombros. —Acá no necesitamos eso, sabés que el pueblo es tan chico que nos cruzamos con quien sea. Y el poder de la mente llama al que quieras ver. —Me guiña un ojo. —Ajá, claro. Bueno, eso a mí no me funciona, Sebastián. Necesito wifi para comunicarme con mi trabajo, estoy de vacaciones, pero aún así tengo que mantenerme informada. ¿Hay algún lugar en el que pueda conseguir señal? —La biblioteca del pueblo usa esa cosa del wifi. Supongo que vas a poder usarla ahí —responde, cruzándose de brazos—. Y yo sé a qué Rodrigo esperabas ver, tratá de no llamarlo mucho con el pensamiento. —Ruedo los ojos. Estoy por responder cuando un chillido agudo me interrumpe. Mis acompañantes se tapan los oídos y Tesla se despierta y ladra unos minutos hasta que se da cuenta de que solo es una loca gritando. Yo intento adivinar quién es, pero no conozco a ninguna mujer con el cabello rubio bien corto ni tan alta. —¡Agustinaaa! —La chica se acerca a mí y, cuando la reconozco, abro los ojos tan grande que siento que se me van a salir. Nos abrazamos mientras saltamos y nos balanceamos con emoción—. ¡No puedo creer que regresaste! —¡Malena! ¿Sos la mujer de mi primo? ¡Increíble! —Asiente con la cabeza y me muestra el anillo de casada. —Hace cinco años. Tenemos una bebé, se llama Carolina. Ya tiene dos años y es un amor —replica. Malena, mi mejor amiga durante toda mi vida en la escuela. Ella fue la que me consoló cuando vomité a Rodrigo, la que me aguantaba cuando hablaba todo el tiempo de él, la que me alentaba para que dijera mis sentimientos y a su vez yo era su consejera. Lamentablemente, cuando me fui a Buenos aires, perdí todo contacto con ella. Volver a verla realmente me emociona. —¿Pero cómo pasó? —cuestiono sin dejar de mirar sus ojos negros con sorpresa. —Bueno... A mis veinte años entré a trabajar como su secretaria. Viste que él trabaja en la oficina del banco, entonces nos conocimos ahí. Él me lleva nueve años, al principio ni nos mirábamos, pero después empezamos a salir, nos enamoramos, varias personas no querían que estemos juntos por el tema de la edad... —Hace una mueca de disconformidad, pero luego sonríe—. Tres años después nos casamos, y ahora estamos mejor que nunca. —¡Me alegro mucho de escuchar eso! En serio, me pone muy contenta. La verdad es que no lo conozco mucho, a pesar de que es mi primo, pero sé que es buena persona —comento. —¿Y vos? —pregunta con tono interesado—. ¿Estás casada o en pareja? —Ninguna de las dos. Bah, me hiciste recordar que estaba empezando a salir con un tal Cristian, pero ni siquiera le avisé que vine acá, porque no es serio lo nuestro. —¿Segura? —Arquea las cejas—. Pobre chico, seguro te está buscando. —Mi compañera de piso, Delia, seguro le va a avisar. No pasa nada. —Sonrío—. ¿Y tu bebé dónde está? ¡Quiero conocerla! —Ay, se la di a Rodrigo porque se quedó dormida —contesta con expresión triste—, pero en cuanto se despierte te la presento. Y hablando de Rodrigo... ¿no es loco que haya terminado con un tocayo de tu crush? —La verdad que sí. —Nos reímos—. De todos modos, el pueblo está plagado de Rodrigos, así que me da igual... —La miro con atención y no puedo contener mi curiosidad—. ¿Sabés algo de él? —Lo último que escuché de él es que está cuidando el terreno de su padre a unos kilómetros de acá, así que no creo que te lo cruces. Está en medio del campo. Y también está soltero. —Me guiña un ojo y ruedo los míos—. ¡Ya sé! —exclama de repente, haciéndome sobresaltar—. Ya que estás acá, podemos hacer una reunión de secundaria, nos podemos reunir todos los de nuestro curso y... —¡Ni se te ocurra! —la interrumpo rápidamente—. No quiero ver a nadie, menos a Rodrigo. Él no tiene que saber que estoy acá, prefiero mantenerlo lejos. Fue solo un estúpido enamoramiento de escuela, pero mejor no revivir esa época. Si me lo llego a cruzar, voy a hacer de cuenta que no lo conozco. No creo que me recuerde, de todos modos. —Igual estás bastante diferente. Creciste bastante... en todos sentidos —opina y pone las manos en sus pechos para demostrar que también me creció eso. Me río y le doy un leve empujón—. Si no le gustabas hace diez años, estoy segura de que ahora sí le vas a gustar. Y por lo que me cuentan viejos compañeros, él también está irreconocible. —¿Irreconocible para bien o para mal? —interrogo frunciendo el ceño. Se encoge de hombros. —No tengo idea, ¿por qué no lo descubrimos? —replica con expresión traviesa, la misma que cuando éramos adolescentes me obligaba a hacer cosas contra mi voluntad. Esta vez no voy a caer. Niego con la cabeza. —¡Nada de reuniones de secundaria! —exclamo. —¡A comer! —grita mi papá, interrumpiendo la charla. —Esto no va a quedar así —dice Malena sonriendo con picardía. Le saco la lengua—. Quiero unirlos, y solo así te darás cuenta si seguís o no enamorada de él. —Eso no va a pasar. ¡Y no estoy enamorada de él! —Ya lo veremos...
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