La gallina me despierta con un cacareo más fuerte que de costumbre. No me queda más remedio que levantarme, pero no me quejo en lo absoluto. Sigo con la misma rutina de siempre, ir al baño, saludar a mi familia y desayunar. —Hija, ¿tenés planes para hoy? —pregunta mi papá. —Creo que no, ¿por? —respondo mordiendo una tostada. —Tenemos que ir al taller por un tema urgente, tu madre tiene que salir a hacer unas compras al pueblo y se va a tardar bastante. ¿Podrías ayudar a Rodrigo con las luces del patio cuando venga? —comenta. Mi hermano tose haciendo de cuenta que se atragantó. Le doy una fuerte palmada en la espalda para que se calle. —Sí —respondo finalmente mirando a mi papá y encogiéndome de hombros. —Buenísimo, me quedo más tranquilo —murmura. —Él va a venir a eso de las diez