En cuanto Julián se va, voy a mi habitación. Preparo algo de ropa para guardar en el bolso y pienso en si reservo o no un pasaje para salir mañana por la mañana rumbo a la costa. Bufo y vuelvo a vaciar la ropa que guardé. No, esto es una locura. No puedo ir a buscarlo. Mi mirada se desvía al oso gigante que me regaló la primera vez que salimos y suspiro. ¿Qué debo hacer? ¡Ya fue! Siento que si no voy, perderé a quien creo que es mi hombre ideal, voy arriesgarme. Llamo a la agencia de viajes y reservo el boleto, sé que si hago eso no voy a poder dar marcha atrás. Estoy nerviosa y emocionada, mi corazón late fuerte y mis manos tiemblan, espero que todo salga bien, y sino, por lo menos lo intenté. Kevin merece saber que lo perdoné, aunque quizás no quiera volver conmigo. Ya con todo acom