— ¿Desean algún postre? –ofrece el mesero en una corta lista que rechazo de inmediato.
Todo iba tan bien, que miedo sentía de cómo podría terminar nuestra noche.
Toma mi mano durante todo nuestro caminar por la ciudad. No habíamos disfrutado de esta libertad hace unos años atrás, no tuvimos suerte de sentirnos libres de caminar por las calles a pesar de creer que lo éramos.
Hoy lo sé, lo veo y lo siento.
— ¿Estás bien? –
Observo su media sonrisa intentando descifrar mi silencio, sin esperar que sea el viento el que hablase por mí, o por nosotros. Una fuerte ventisca me lleva a tiritar frente a él, recibiendo su abrazo inmediato para protegerme y calentarme hasta el aliento.
Sorprendida, mi corazón volvía a latir con fuerza a la par que mi rostro se encendía de mil colores ya si
