La alarma suena y al ver la hora en mi celular, pego un salto levantándome de la cama. Tropiezo golpeándome con los muebles, mientras avanzo hasta el baño para darme una ducha. Al terminar, me pongo lo primero que encuentro para el trabajo y bajo las escaleras a toda prisa, tan rápido como puedo para pasar directamente a la salida. Me detengo en la puerta de golpe, retrocediendo lentamente hasta poder mirar a la persona desayunando en el comedor. Aquel a quien le he levantado bandera blanca aún sin platicar sobre lo sucedido esa noche, aquel que con solo escucharlo mi cuerpo se estremece, el mismo que con solo verlo puede confundir a las tontas mariposas en mi estómago. — ¿Qué haces aquí? Él voltea a mirar y sonríe al ver mi ropa incombinable, mi cabello húmedo y mi cara sin entender