— Bajaré en la siguiente esquina por favor –pedí sin mirarlo, mi cara parecía haberse pegado a la ventana — Dime dónde vas y te llevaré –su voz neutra y severa retumba en mi cabeza- no te dejaré en cualquier esquina Mis mano sudan y mi tembloroso corazón no me ayuda. — Déjame, necesito caminar un poco –relamo mis labios con ansiedad y sujeto el cinturón al ver que no frena donde le indiqué- ¡Te he dicho que pares! El auto se detiene de forma brusca y un silencio sepulcral nos envuelve. Solo somos dos cobardes, callando por miedo, miedo de decir las más crueles palabras. — Estaré en el lugar de siempre, tengo una reunión importante en una hora –le informo aunque parezca que hablo solo para mí-. Por ahora solo necesito caminar — Tu reunión es con ¿Miller? –de soslayo observo su