Novoibirsk.
Reflexiona una y otra vez el nombre y rostro de aquél detestable hombre que apareció en el informe de Dmitry, eso por si acaso sus recuerdos le están haciendo pasar una mala jugada, pero no, al verlo, sus fantasmas del pasado al igual que los demonios del presente no dejan de acechar en su cabeza, tomando todo pensamiento razonable para luego destruirlo. Su lado malvado y sádico comienza a tomar más fuerza. En éstos momentos le parece imposible detener a ése monstro en su interior, aquél que constantemente le habla, pero que Yuri ha de preservar pasible en la obscuridad de sus pensamientos violentos, hasta ahora alimentándolo de vez en cuándo con la vida de algún desgraciado para nada inocente y al que su vida en el mundo da igual, escorias que solo estorban, (así los llama él). Pretende dejarlo ahí, oculto, sin embargo su lucha interna está por concluir y el despiadado monstro sonríe malicioso al darse cuenta quién será el vencedor.
—Los estamos vigilando, tenemos francotiradores sobre ellos solo está que lo pidas y listo terminamos con el problema. —inquirió Dmitry al ver sus venas del cuello resaltar y su mandíbula tensa mientras revisaba.
Se mantiene callado, lo ha escuchado y razona la propuesta, pero no es lo que él quiere.
Absorto, mientras pretende estar metido de lleno en lo que aparece en la pantalla retrocede mentalmente en el tiempo, en su propia dolencia y sentimientos jamás olvidados, en todo aquello que involuntariamente lo ha fortalecido convirtiéndolo en el hombre que ahora es, lleno de odio y maldad. Sí, suena bastante sencillo como lo ha hecho ver Dmitry, pero, ¿Porqué hacerlo de ésa manera?, lo fácil es bastante aburrido y como es de saberse, prefiere él mismo terminar con los problemas.
A pesar de lo que piensa mejor lo evade más no lo descarta, podría ser útil esa oferta.
—Esta algo joven para ser su esposa. —colocó el iPad sobre el escritorio con la imagen de aquella mujer de cabello y ojos obscuros en la pantalla.
Dmitry no insiste en lo anterior y contesta a esa observación que le da una impresión algo extraña a la manera de ser Yuri, siendo que él jamás se desviaría de su objetivo.
—Lo es. —confirmó. —Al parecer el padre era un amigo muy cercano de su esposo.
—¿Tienes información sobre él?.
—No, murió el año pasado junto a su esposa en un accidente aéreo, no consideré necesario hacer una investigación a fondo, pero si quieres podría conseguirte lo que necesitas saber. —frunce ligeramente el entrecejo, no logra entender la relación de una cosa con la otra.
—Déjalo, no es importante. —se levantó de la silla para salir de la oficina. —Quiero que prepares el yet. —ordena. —Nos vamos ahora mismo para Atlanta, también comunícate con el imbécil de haya para que estén listos nuestros hombres, que llegaremos haciendo fiesta.
Se queda callado unos segundos. —Y pensándolo mejor, sí, quiero una biografía detallada del padre de la chica. —caminan a la par recorriendo el ahora solitario club, mientras Dmitry puntualiza mentalmente cada orden de su jefe.
Yuri ha pasado toda la noche en vela resolviendo el desastre que ocasionó Gavrel Pavlov, tema al que pondrá punto final ahora, a excepción de una asquerosa cloaca que destapó pero que también ya se encargará de ello.
—¿Algo en específico?
—Todo. —increpó. —Pero lo más importante desde cuándo su amistad con el tal Anderson y que tan amigos eran. Sabes a lo que me refiero.
—Claro, cuenta con ello, solo dame unas horas y antes de aterrizar en Atlanta tendrás lo que quieres.
—Bien. No tardaré mucho por acá. —bajo el ventoso y nublado día, en la entrada del club cada uno toma su camino, pretende sacar la basura antes de tomar el vuelo. Refiriéndonos a Pavlov en sentido no tan figurado.
Dentro la bodega junto al club dónde se guarda la reserva de vino se encuentra un cuarto sobrio, obscuro me gusta aterrador, con una lámpara colgante que brinda una luz tenue focalizada en el punto medio de la habitación, sellado con una puerta metálica gris que posee una pesada escotilla por fuera protegiendo la única salida que hay y que por supuesto dos hombres cuidan que nadie sin autorización se acerque, dado que ahí, en su interior, se encuentra Gavrel, por cierto bastante lastimado, semidesnudo, su cuerpo dependiendo solo de sus muñecas sangrantes debido a las esposas que le han colocado. Cansado respira agitado y entre cortado, se puede observar sus costillas laterales resaltadas en cada jadeo cuándo pretende meter más oxígeno a sus pulmones, su torso cubierto de su propia sangre, la nariz rota, cada uno de los pómulos abiertos y su boca cubierta de sangre, al parecer su verdugo se ensañó con él toda la noche. Dentro de poco, el chillido de la puerta abrirse hacen que sus sentidos se pongan alerta, pero el sofoco y el dolor en su cuerpo lo tienen bastante agotado como para abrir siquiera los ojos, su única esperanza, que en esta ocasión lo mate. Pero quién dice que no, quizás después de todo se le conceda su más anhelado deseo.
Ahora el sonido de sus mocasines se escucha en la habitación en un ritmo lento hasta llegar a la víctima, todo indica que no lleva mucha prisa como lo había expresado y quiere disfrutar el momento. La excitación visual lo deleita de una manera inhumana, el enojo al igual que la rabia que siente en su interior no son nada comparado con su deseo enorme de torturar, no obstante debe guardar algo para ahora que este Atlanta ahí es dónde deberá descargar toda su furia, incluso piensa que debería tener algo de gratitud con Gavrel por el desgaste ahorrado al entregarle la cabeza de aquél hombre, sin embargo no puede ser tan benévolo dejando pasar su traición.
Del interior de su abrigo saca un cigarro y lo enciende echando la primer bocanada en la cara de Gavrel haciendo que este tosa mostrando señal de que aún está vivo.
—No, no, no. —niega —Pero que descortesía la de ésta gente. ¡¿Qué no les han enseñado modales?!, así no se trata a los invitados, mucho menos uno de la talla del gran señor Pavlov. —infiere irónico. —Bájalo.
El verdugo obedece órdenes sentándolo en una silla, pero aún estando en ésa posición con el cuerpo relajado no tiene la fuerza para mantenerse erguido, a continuación el sujeto coloca las manos de Gavrel detrás del respaldo de la silla colocando las esposas para sujetarlo. Una vez que lo ha hecho Yuri le pide que salga de aquella mazmorra de castigos.
Mientras esperaba, tiró al piso el cigarrillo, quitó su abrigo situándolo en el respaldo de una silla de aspecto viejo, más viejo inclusive que la sangre seca en ella que jamás pudieron quitar. El celular lo pone sobre la mesa que hay junto y que posee gran variedad instrumentos de tortura, haciendo reflejo en sus pupilas dilatadas la sierra eléctrica que muere por usar mirando momentáneamente a Gavrel.
Sube las mangas de su impoluta camisa blanca hasta los codos dejando al descubierto unos cuántos cráneos tatuados en su pálida piel, recuerdo o símbolo de cada una de sus víctimas siempre dejando espacio para uno más. Ahora abre un poco más los botones de arriba al sentirse abrumado por la cantidad de adrenalina que recorre en su cuerpo, siente como si hubiese metido droga en su sistema y no pudiera controlar, sin embargo se encuentra limpio, ese escozor, ese brío en su cuerpo no es más que la necesidad de matar.
—Acaba con esto de una maldita vez. —pronuncia con voz débil Gavrel.
Lo hace reír.
—Te recuerdo que las reglas del juego las pongo yo —se acerca hasta quedar frente a él. Levanta su barbilla para que lo mire. —Te deberías sentir afortunado de que fuera la policía local y no la DEA. —lo suelta y se para a sus espaldas.
—Y eso que significa, ¿Mi muerte será menos agonizante? O ¿Quizás perdonarás mi vida?
—¡Que curioso!, Bogdanov propuso eso último, no dudo que haya vendido e intentar convencerte de que todavía queda algo de bondad dentro de mi, ja, ese viejo, la edad lo está poniendo ridículamente más sensible, pero ese no es el punto, lo realmente importante es que yo soy el jefe, tú vida me pertenece y el día de hoy solo porque me dio la puta gana, he decidido que no mereces vivir más. —lo jala del cabello llevando su cabeza hacía atrás infligiendo dolor. —Has querido joder mi vida y la de todos en la organización ¿Por qué no joder la tuya?. —silencio. —¡Contesta carajo!. —jala más de su cabello para después repentinamente soltarlo empujando su cabeza ahora hacía adelante con un golpe certero con la palma de la mano.
Todo parece que necesita una respuesta contundente para revertir su decisión pero no es así, lo que pasará a continuación dentro de estás cuatro paredes ya estaba escrito desde el instante que se enteró de su culpabilidad.
—También tenía derecho en hacer mis propios negocios… —se detiene unos segundos cuando pensaba en dar más explicaciones sin embargo ya no sirven de nada las palabras, ya está muerto. —Sennicov, el mundo no gira alrededor tuyo, en algún momento dejarás de ser el centro de atención, alguien mejor que tú llegará, conocerá tu debilidad y ese día aunque yo no esté en esta mierda de mundo no podré parar de reír como un maldito desquiciado disfrutaré desde el Inframundo tu sufrimiento. ¡Maldito loco!. —escupe con rabia. Simultáneamente el sonido crepitante de las falanges de sus dedos romperse seguido de las muñecas le provocan un extenuante dolor haciéndolo gritar.
—Hermoso discurso, deberías aplaudirte a ti mismo, ¡oh mierda!, lo olvido, tus manos. —ahora frente a él, obsequiándose los gestos de dolor de su ex colaborador, se pone de cuclillas. —Yo en tu lugar hubiera preferido que mis últimas palabras fueran diferentes. Pero no te preocupes solo es cuestión de gustos.
—¡Púdrete! —vocifera con odio. Al hacerlo salpicó algo de sangre de su boca en el rostro de Yuri, quién de inmediato limpia con el dorso de la mano.
—Esta bien terminaremos rápido todo esto. Solo dime cómo fue que contactaste a Erick Anderson. ¿Desde cuándo lo conoces?, ¿Cuánto sabe de nosotros? ¿Qué tanto le haz dicho?. Te advierto, no quiero mentiras.
—Es un político estúpido al que su codicia lo haría vender su alma al mismo diablo, él tenía todo lo que necesitaba, con el gobernador de mi lado no tendría problemas con la policía. —divaga entre jadeos. —Sabe que pertenezco a la mafia rusa.
—Pertenecías. —corrige.
—No sabe nada de ustedes jamás preguntó nada al respecto, su único interés era el dinero que engordaría sus bolsillos.
Suena a qué está diciendo la verdad, de él no sacará más de lo que ya sabe por la información que leyó hace un rato. Solo es tiempo perdido.
—Lo crees tan imbécil como para quedarse con los brazos cruzados y no saber en qué se estaba metiendo, pudo haberte investigado, ¿Sabías que está ligado con Valentino Berlusconi?, Quizás sí lo sabías por eso le entregaste todo nuestro cargamento y tú próximo tirada era asociarte también con él. Eres un pedazo de mierda.
Incorpora su cuerpo metiendo las manos en los bolsillos del pantalón de diseñador que se ajusta en sus piernas, para pronto darle una patada en su pecho que lo hace caer golpeando su cabeza con el piso, posterior a eso en la mesa de castigo toma lo que necesitará, uno de esos utensilios es un filósofo cuchillo originario de la milicia el cuál duda si será el correcto para lo que va hacer tocando el grosor de la hoja, el filo. Al final parece que ha sido de su agrado y vuelve a Gavrel sin pensarlo más.
Levanta la silla en su posición inicial. También loca una silla frente a él para quedar a su altura.
—Saca la lengua. —le ordena pero éste se resiste. Para éstos casos utilizaría un separador metálico y así facilitar el trabajo pero no lo ve a la vista y no tiene el tiempo para ponerse a buscar entre sus juguetes.
—¡No!, ¡¿Qué vas hacer?!. —con la pocas fuerzas pataleta forcejeando con el cuerpo hasta que vuelve a caer en el piso.
Aburrido con el juego lo levanta y apuñala en repetidas ocasiones cada uno de sus muslos. En éste punto ya ha dejado de ser Yuri el que se encuentra en la habitación, la maldad lo ha poseído sin dejar algo humano en él, no habrá ningún tipo de compasión, la rabia, el coraje, la venganza y sentirse traicionado son sin duda su más grande aliciente.
—De cualquier manera vas a morir, entre más te resistas más doloroso será. —habla detrás de una sonrisa maquiavélica.
—Solo pégame un maldito tiro, por favor. —moribundo y agotado le suplica en un susurro algo de piedad.
—Te prometo que lo haré pero antes necesito algo de ti. Quizás después de todo te convertirás en un ejemplo de lo que le puede llegar a pasar a las sapos traidores como tú. ¡Joder!, ¡Hijo de perra! Que saques la maldita lengua. —Perdiendo totalmente los estribos vuelve apuñalar una de sus piernas haciendo que los gritos del hombre retumben en sus oídos.
Indefenso y sin tener opción abre la boca momento que aprovecha Yuri para tomar su lengua.
—Cuidado y me muerdas, soy capaz de sacar tus intestinos y obligarte a comerlos antes meterte una bala por el culo.
Sabe que lo haría. Se limita a cerrar fuerte sus ojos siendo imposible retener ésas lágrimas que se escurren por los laterales de su rostro.
Enseguida de tomar su lengua la sujeta prensándola con unas pinzas de uso médico para traccionar (tira-lengua.), eso para que no se resbale al hacerlo. Una vez que todo está listo no le es difícil comenzar con la mutilación, se siente tan suave que por un instante le pareció sentarse a comer en un fino restaurante un corte de carne en su jugo. La sangre tan brillante y tibia que resbala lentamente por el sujetador hasta humedecer su mano izquierda logra saciar de algo sus instintos, la excitación al hacerlo no se compara con nada, el corazón late con tal frenesí que le llega asustar sin embargo no se detiene, la crueldad es parte de su personalidad, un veneno que sabe cómo manejar.
Una vez que ha terminado, con la lengua sujeta en la pinza observa en su desgarbada postura como de su boca borbotea chorros de sangre casi ahogándolo y escucha absorto sus gritos atenuados ya que el hombre está a nada de entrar en shock pero no lo permite, suelta el cuchillo y saca el arma de su cintura para darle un tiro en la cabeza que es lo que termina con su vida dejando empapado de sangre el cuerpo de Gavrel del cuello hasta las los pies y de un aspecto terrorífico, la belleza de su físico son irrelevantes ahora ya no ha quedado nada de aquél glamuroso hombre que solía ser y el recuerdo para Yuri de los concejos, la ayuda que recibió cuando entró en la mafia, quedará solo en eso un recuerdo vano, sin culpas ya que el rompió unos de los códigos más importantes de la organización, la lealtad, conocía las consecuencias y hasta eso tuvo el valor para asumirlas hasta el final.
(...)
Media hora más tarde llega a la pista en su lujoso automóvil para abordar el yet, solo lo estaban esperando a él para el despegue. Al entrar lo recibe Dmitry junto con cuatro de sus mejores hombres, realmente no necesita llevar más gente, con el ejército que tiene en Atlanta es suficiente para lo que tiene planeado. Toma asiento frente a su guardaespaldas de confianza para de inmediato intentar abordar el tema que lo pone ansioso, sin embargo antes de empezar son interrumpidos por una joven azafata que les ofrece bebidas y algo de comer, ambos se niegan, pero antes de que ella proceda a retirarse algo llama la atención de la joven y se queda mirando con particular detenimiento en la vestimenta de Yuri, hombre que en un principio le pareció atractivo pero ahora le causaba miedo. A pesar de haber lavado sus manos debajo del abrigo aún está su camisa manchada de sangre que al verla la aeromoza se queda perpleja, algo horrorizada y con ganas de bajarse del avión al notar que es sangre fresca, eso lo llega a percibir Yuri y lo irrita, sin embargo Dmitry hace mediar la situación al percatarse de lo que sucede e inmediatamente le pide a la chica que se retire.
—Ignóralo debe ser nueva. —intenta excusar el comportamiento de la chica, que después de todo no es tan descabellado ella no es de su mundo no ve todos los días un hombre cubierto con la sangre de otro, probablemente solo este acostumbrada a ver cada mes la sangre de su periodo.
—Estúpida. —sisea entre dientes. Se quita el abrigo y comienza hacer lo mismo con la camisa, notando sangre en su marcado abdomen de piel tatuada por esos aterradores cráneos y sobresalientes letras rusas Король ада (rey del infierno). Le ha restado importancia al escándalo. Deja la ropa en un asiento vacío.
—Quiero a Anderson. —vuelve a hablar ahora en un tono serio se me antoja sombrío. —Esa perra es mía, pase lo que pase no quiero que nadie intervenga, lo destruiré con mis propias manos tan rápido que no lo verá venir.
Cómo todo hombre analítico, Dmitry intuye todo el resentimiento que guardan sus palabras y se atreve a responder dejando lo que hacía en la computadora.
—Te conozco lo suficiente para saber que esto es algo personal ¿Cierto?. —entonces cuando lo mira a los ojos sabe que no se equivoca, el odio están grande que puede verlo en su mirada, sentirlo en su respiración.
—Estas en lo correcto, él ya tuvo la oportunidad de hacer añicos mi vida ahora es mí turno solo que yo si lo haré bien.
No le da más detalles pero para su amigo es suficiente para comprender el rumbo que lleva que sus actos.
—¿Qué haremos con la chica?. —le cuestionó. —¿También acabarás con ella?.
—Todo depende. —deja sus palabras en el aire, tensando la mandíbula. Se le ha antojado un trago para calmar el estrés pero no quiere volver a ver por ahora a esa mujer.
Por otra parte el hombre que dice conocerlo bien sabe que se refiere al información que le ha pedido y que pronto tendrá. Pero por el momento le muestra lo que ha conseguido y aunque no tiene nada que ver con lo otro sabe que le va a interesar.
—Tengo contados cada uno de los movimientos de los Anderson de los próximos siete días. —le muestra su laptop. —Asistirán a un evento social dentro de cuatro días, por si tienes planeado llamar mucho la atención o si lo prefieres lo podríamos secuestrar saliendo de su oficina, también estamos estudiando los puntos muertos de seguridad que hay en su casa. —le da ideas poniéndole a pensar en cuál suena más atractiva.
Solo le da un vistazo a la pantalla observando el detallado itinerario que Dmitry se a molestado en realizar, no lo leyó sin embargo con lo poco que vio le parece más que preciso. Conoce el orden y puntualidad que caracteriza a los militares pero él en ocasiones tan exageradamente meticuloso en cada movimiento le llega a parecer perturbador pero no al grado de molestarle. Incluso en algún momento se llegó a preguntar si también hace un listado de horarios para ir al baño.
Serio se levantó del asiento para ir a la habitación, darse una ducha, descansar, pero antes de pasar de largo se detiene junto a él…
—Matarlo en su casa me suena interesante, íntimo, buena idea. —le palmea el hombro izquierdo continuando su andar hasta el final del pasillo.
Luego de ducharse y dejar que el agua tibia relajara sus músculos se acomodo en la cama y mirando al techo del avión encendió un cigarrillo a pesar de que está prohibido hacerlo. Lo hizo para terminar de liberar tensión, no quería dormir, pero lo cierto es que el cansancio le estaba pasando factura y el vuelo sería largo. Así que después de terminar con el cigarro solo basto cerrar sus ojos para caer en un profundo sueño, del que solo obtuvo pesadillas de un bizarro dejavú, todo parecía tan real, la sangre, el olor a muerte, la soledad, la obscuridad que trajo a su vida, pero lo que lo regreso de nuevo a la realidad fueron las detonaciones del arma que aún hacían un eco profundo en sus oídos dejando un zumbido que intentaba sofocar tapando las orejas con las manos a pesar de ser una alucinación pero no sé daba cuenta de ello hasta que la respiración errática y los latidos frenéticos de su corazón cesaron.
Se sentó en la orilla de la cama metiendo los dedos entre la cabellera.
Había perdido la noción del tiempo y cuando reviso el celular se dio cuenta que no tenía batería lo aventó al colchón, su reloj de mano lo había metido dentro del abrigo que dejó allá afuera no había forma de saber la hora de cualquier forma no es tan importante, pensó, y entonces aún bañando en ése sudor frío que te deja un mal sueño decidió regresar a la regadera en esta ocasión con agua fría para despabilarse. Al terminar, ni loco volvería a la cama salió de la habitación para servirse un poco de vino, quizás ahora sí se antoja algo de comer, en realidad no quería estar solo, prefiere reunirse con sus hombres pero al parecer duermen, la luz del pasillo estaba apagada sin embargo el único despierto era Dmitry que seguía entretenido en la computadora, ni siquiera lo voltio a ver cuándo lo sintió cerca de él.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?. —le cuestiona tomando una botella de vodka. Está parte del avión es como una sala elegante de una mansión con su mesa de centro y en uno de los rincones un pequeño bar.
—Exactamente cuatro horas, quince minutos. —deja a un lado la laptop aceptando el vaso que le ofrece Yuri.
—¡Me lleva el diablo!, No es ni la mitad del vuelo, esto será peor que el puto infierno, odio los malditos aviones. —llena ambos vasos y comienza a beber precipitado esperando embriagarse rápido para soportar el viaje.