Mientras tanto...
Erick bajo una apacible noche de un perfecto clima de verano casi otoño, se encuentraba en una partida de cartas en un casino privado con acceso restringido, acompañado de un hombre al que su ufano poder no le causa ninguna clase emoción y que por lo contrario su altanería lo tienen harto ya que Erick no ha dejado de alardear sobre lo bien que van los negocios que tienen en común. Coartada que tenía preparada desde antes de su encuentro para agradarle, pero el tipo no deja de mirarlo con aburrimiento y esa situación lo pone más que nervioso. No deja de maldecir en su cabeza por haber accedido en estar a solas con él y dejar que sus guardaespaldas al igual que James se quedarán en alguna otra parte del casino luego de que él italiano diera la orden de que así fuera. Por otro lado el enfado del mafioso el cual siempre es acompañado por un ejercicio de matones cuidándole la espalda es muy aparente, no está nada contento con lo que ha hecho su "socio", si así se le puede llamar, solo se le divierte la idea de provocar un accidente de auto, por ejemplo, dónde accidentalmente pierda la vida trágicamente el honorable alcalde (ríe por dentro), al fin y al cabo los accidentes en auto son muy común y no levantan sospecha de ningún tipo.
Pero Anderson no es tonto, la suspicacia de Erick denota en la intrigante mirada del italiano sus intenciones, no le agrada como lo mira y de vez en cuando la saliva pasa áspera por su garganta luego de imaginar lo que podría pasar, lo menos doloroso un tiro en la cabeza. Sin embargo, por ahora su mirada se mantiene fija en las cartas sobre sus manos, ha terminando de hablar y Berlusconi no ha dicho palabra alguna, su silencio es mordaz al igual que el obscuro de su mirada y Erick no sabe que hacer, ya ha pasado unas diez veces su mano derecha sobre el cabello por la angustia fingiendo que esa jugada entre sus manos no será favorable para él.
En un parpadeo el incómodo silencio se ve interrumpido abruptamente por la voz tajante del italiano.
—Eres una mierda Anderson, no puedo confiar más en ti. —en tono airado pone su arma corta sobre la mesa. Movimiento que causa desconcierto en Erick. —¿Quieres saber cómo terminan en mi mundo los imbéciles como tu?.
Entonces los hombres del mafioso sacan sus armas apuntado al mismo objetivo y todos desactivan el seguro sus pistolas al mismo tiempo como un acto ya ensayado.
—Vamos —intenta sonar relajado.— Te he explicado que solo negocie con el maldito ruso por interés, te puedo dejar todo el cargamento, haz con ello lo que quieras.—contestó trémulo, poniendo las cartas sobre la mesa deseando que no se les escape ningún tiro.
Sin embargo sus palabras no tienen la convicción que él esperaba.
—No soy estúpido, conozco quién está detrás, lo menos que quiero es verme involucrado con ese hombre. —inquiere Berlusconi con una expresión neutra en su rostro, posterior a un simple movimiento corto de una mano para dar la orden a sus hombres de guardar sus armas. —En esto éstas solo Anderson, jugaste con fuego y saldrás quemado, no será necesario manchar mis manos con tu asquerosa sangre, tú mismo has firmado tu sentencia de muerte.
Entre las organizaciones del bajo mundo desde hace unos cuantos años existe un de pacto de paz internacional firmado por los jefes de cada una y en dónde cada uno de ellos ha dado su palabra, entre otras cosas, que nadie, directa o indirectamente bajo ningún motivo va a interferir en sus territorios o acciones realizadas. Hasta el momento ese pacto se ha respetado sin importar pese a la rivalidad que existe entre ellos, por otro lado si Valentino Berlusconi líder de la mafia italiana acepta lo que Erick le ofrece sería asumir su participación y por supuesto el pacto se rompería, el cuál desataría una guerra de caos y poder entre Italia y Rusia dónde nadie sale favorecido, las pérdidas de dinero y tiempo serían muchas, no vale la pena arriesgarse por nada.
—Yo no le tengo miedo a nadie. —se levanta erguido y abotona su saco. —Siempre tengo todo bajo control. —termina de un solo trago su wiski para después azotar el vaso vacío sobre la mesa. Se mantiene erguido sin mostrar cobardía.
Valentino arquea una ceja. —Para todo hay una primera vez y eso de que tengas todo bajo control quiero verlo con mis propios ojos, estaré en primera fila Anderson.
Las carcajadas irónicas del italiano hacen eco en la habitación molestando más a Erick el cuál ignora sus burlas y se aproxima a la puerta para salir de ahí y terminar con el sarcasmo malintencionado, pero las palabras de Valentino lo detienen en el umbral.
—Cuida tus espaldas, incluso cuando vas al baño que el demonio ruso vendrá por ti. —vuelve a reír con sorna.
Para entonces Erick comienza a alejarse a pasos largos, la mandíbula tensa, respirando pesado y de vez en cuándo mirando por encima del hombro para cerciorar que ningún hombre de Valentino lo este siguiendo. Pasa de largo por la mesa de James, quién solo lo ve caminar furibundo rumbo a la salida del casino.
—¿A dónde vas? —le cuestiona, pero es ignorado. Pese a ello lo sigue estando ya algo entonado, tratando de mantener el equilibrio y dejando a las dos scorts que lo acompañaban algo confundidas y decepcionadas ya que están viendo partir la oportunidad para ganar dinero sin esfuerzo o tener que acostarse con él, solo faltaban un par de copas más para que estuviera lo suficiente ebrio, sacarle la cartera sin que lo notará y listo. Ahora esperar a que regrese a la mesa es lo único que les queda.
A Erick en la entrada ya lo espera su chofer al que unos segundos antes llamo para que tuviera listo el auto, le pide que baje y entregué las llaves para así el poder llevar las riendas de su destino y nadie más lo moleste.
—¡Erick!, ¿A donde carajos vas?, responde, ¿Que pasó allá adentro?. —golpea con la palma de la mano el vidrio del copiloto para que le abra. —Al menos deja que uno de los escoltas te acompañe.
Pero haciendo oídos sordos luego de azotar la puerta del auto toma con fuerza el volante y acelera dejando estupefacto a James ya que no sabe a dónde se dirige su amigo y le preocupa su integridad.
De inmediato James busca su teléfono en los bolsillos del pantalón, piensa en llamar a Elizabeth por si este va directo a la mansión a ella no le sorprenda su mal humor y trate de alguna manera eludir. Sonríe a la pantalla antes de marcar sabe de sobra que solo es una escusa de su subconsciente para escuchar su voz. De pronto un dejavú llega a su cabeza ¿Que pasaría si le llegará a pasar algo a Erick?, Por supuesto él sería el primero y el único en consolar a... sacude ésas enfermas ideas de la cabeza "ya ha sido suficiente alcohol por esta noche" se dice a si mismo dejando el teléfono nuevamente en su bolsillo ya es muy tarde no molestará a Elizabeth con cosas absurdas, total, ella sabe cómo manejar el mal humor de su amigo y él ya no puede evitar nada, quizás no suceda nada, posiblemente Erick va camino a otro bar para embriagarse.
...
Un extraño y fuerte sonido lo hace despertar sobresaltado, la respiración agitada y el corazón palpitando muy rápido, sin embargo Adrián al quedarse estático en la cama creé que fué parte de un sueño, revisa la hora en su celular tomándolo de la mesa de noche, las dos quince de la mañana, algo tarde, de pronto un nuevo sonido proveniente de la estancia principal lo hace asustarse de verdad. Sigiloso se coloca la bata que se haya en la piecera de la cama para luego agarrar un bate de béisbol del armario. Saliendo de puntillas de la recámara, pasos sosiegos y prudentes para no alertar al que podría ser un ladrón, aprieta con fuerza el bate y lo levanta preparando un ataque improvisado, alejando los nervios que lo agobian. Debió llamar a seguridad primero, pero ya no hay tiempo de regresar quizás su invasor se ha dado cuenta de su presencia y no le de tiempo de hacer una llamada, no le queda más que enfrentar lo que viene, quizás con el silencio que profesa la noche alguien en el edificio escuche algo y sean ellos los que llamen a la policía.
Su pánico cesa al estar en el umbral de la sala y ver a alguien conocido sentado allí, la luz es muy tenue por no decir nula ya que solo la luz del exterior es la que se cuela por uno de los ventanales y alumbra el sitio pero a pesar de ello lo distingue sin problema, el silencio es dominante lo único que se escucha en ese momento es el sonido de alivio que sale de su boca mientras busca el interruptor para encender la luz.
—¡¿Erick?!. —relaja las musculos bajando el bate de béisbol al piso. Lento y dubitativo se sienta junto a él para hacer otra pregunta. —¿Que sucede?, Es muy tarde, te ves muy mal. —analiza su ropa y facciones que son algo turbados fuera del estilo elegante del señor Anderson; el saco aventado en el sillón de enfrente, la corbata a medio quitar, la camisa fuera del pantalón con los primeros botones abiertos y su cara no ayuda de mucho.
Erick, sin contestar se queda unos segundos ausente observando la botella de vino frente a él y luego responde seco y de mal humor.
—Solo un pésimo mal día. —se levanta del sillón con la botella vacía y el vaso en mano caminando directo a la barra dónde busca otra botella de vino.
Confundido Adrián lo observa luego de qué lo vio por la tarde en televisión rebosando de felicidad y satisfacción, sin embargo no cuestiona y lo sigue.
Lo contempla de espaldas, para después terminar la distancia entre ellos. Recarga sus brazos en sus hombros sin dejar caer todo su peso y le susurra al oído. —Sabes que siempre puedes confiar en mí. —besa su oreja y hombros mientras sus manos se cuelan hacía su cintura para abrazarlo.
—Adrián, no estoy para arrumacos. —advierte sereno más no molesto. Se siente bastante abrumado por todos los problemas que ahora tiene encima con personas que ni siquiera conoce y todo por su afán poder, pudo haberlo hecho de otra manera pero ya que más da. No es momento de derrumbarse, más bien de buscar una estrategia para salvar su cuello, tampoco se mostrará como un llorón frente a Adrián así que no le dirá nada de lo que está pasando con él. Lo considera un buen escape a sus problemas, un desahogo, un buen amante que lo hace sentir seguro, más sin embargo no considera buena idea que lo vea desmadejado, eso nunca, su orgullo no se lo permitiría, mucho menos por algo que podría solucionar pronto.
Adrián luego de escuchar la amargura de sus palabras y cansado de la postura en la que Erick lo tiene, lo suelta decepcionado dispuesto a exponer lo que piensa aunque con ello pueda ocasionar un problema entre ellos.
—Si es así, entonces dime a qué has venido porque no entiendo nada, primero me asustas despertándome de esta manera y después no dices nada solo que has tenido un mal día. Ya me estoy cansando de todo esto Erick, hasta cuándo vamos a seguir así.
—¡Hasta que yo lo decida carajo! —pierde un poco los estribos levantando el tono de su voz sirviendo un par de hielos en su vaso.
Pero Adrián no se inmuta.
—Pues me estoy cansando. —lo mira con decepción cuál amante deseoso de no serlo más, con los ojos cristalinos y una opresión en el pecho. Él lo ama está dispuesto soportar cualquier adversidad solo por él, en cambió Anderson no piensa igual, quizás sienta simpatia por el chico, quizás también se encuentra enamorado, pero su ambición y poderío siempre serán superiores.
—¿De que te has cansado? —voltea para encarar el joven de ojos esmeralda y cabello castaño con una mirada profunda que no muestra sus sentimientos sin embargo no quiere perderlo. —Te recuerdo que vives como un rey gracias a mi, yo te compré este pent-house, tu ropa de diseñador, tú auto, los viajes con tus amigos, dime, ¿Te has cansado de todo eso?.
Esboza una risa de burla conociendo la respuesta a su arrogante cuestionamiento y sin quitar su mirada soberbia, antes de irse a sentar nuevamente, con la mano que sostiene el vaso de vino ágilmente abre la bata que cubre el dorso de Adrián y rosa el frío vaso con su piel estremeciendo su cuerpo al contacto, trazando un ligero húmedo camino hacía su firme abdomen deteniéndose en su ombligo y luego de fijar sus ojos en sus labios lo besa con premura, sin rastro de delicadeza introduciendo su lengua y obligándolo a corresponder a sus arrebatos. Se separa pero antes de hacerlo por completo muerde de su labio inferior provocando un gemido ahogado de excitación por parte de Adrián, el chico entre abre su boca sintiendo una ligera palpitación en su labio deseando más de ése beso pero hoy no está de suerte. Le entrega el vaso en sus manos.
—Todo comienza y termina cuándo yo lo digo. —refutó amenazante, luego continúa caminando hacía la estancia molesto y angustiado con una enredadera de ideas en la cabeza. Venir no fue de gran ayuda (piensa) lo mejor será ir a casa dormir y mañana a primera hora reforzar la seguridad e investigar más sobre ese mafioso ruso, sus movimientos, su punto débil, en algún momento quizás podría aliarse a él y dejar a Berlusconi de lado, últimamente las cosas no van del todo bien con él, quiere actuar con mayor autoridad y eso no es de su agrado.
—No te vayas —musitó en tono bajo a sus espaldas, viendo como Erick termina de tomar sus cosas de mala gana. —No quiero que te vayas. No así.
Sus labios se extendieron en una ligera sonrisa al escucharlo de esa manera, sabe que Adrián es vulnerable a él y siempre hace lo que le pide, sin embargo darle un castigo por su insolencia no está de más así que no se detiene.
—Eso lo hubieras pensado antes de decir tonterías.
Busca su móvil en el sofá y luego de encontrarlo se mete al ascensor para salir del lugar a pesar de las súplicas de arrepentimiento de Adrián. Ya no le queda otra que regresar a su casa y tratar de dormir.