Palacio de Miraci parte 2

1533 Palabras
El rey solo volteo a verlos por unos segundos, pero no le dio importancia al asunto. Llegaron a una habitación donde había varios sirvientes con muchas ropas. —No teníamos información de tu talla por consiguiente antes de dirigirme yo y mi comitiva a la santa sede mande traer diferentes prendas de calidad que pudieran quedarte, elige el que más te guste y luego te estaré esperando en la fiesta, luego de ella hablaremos más a fondo sobre temas más importantes. Habiendo dicho esto el rey se marchó dejando a Daniel solo con los sirvientes y el príncipe. Daniel se quedó parado sin decir nada por unos largos segundos, hasta que decidió hablar con una voz muy baja. —No tengo experiencia con este tipo de atuendos, ¿podrían recomendarme alguno? Las bocas de las sirvientas se ensancharon en grandes sonrisas, mientras los sirvientes movían la cabeza de lado a lado, el príncipe solo soltó una leve carcajada contenida y se fue a sentar en un sillón de la habitación. Ellas se lanzaron a él con prendas en mano hablando de como un atuendo acentuaba más su figura u otro atuendo era más propicio para la ocasión. Le empezaron a quitar la ropa en ese preciso instante, lo que dejo descolocado a Daniel parándolas en el acto, ellas solo se rieron de él y viendo que no iban a sacarle la ropa se dispusieron a ponerle las prendas encima para probar como le quedaba, esto se repitió varias veces con diferentes combinaciones y poniéndose una prenda más de una vez ya que querían volver a ver cómo le quedaba. Después de lo que a Daniel le pareció un arduo, largo, y tedioso proceso de prueba de prendas, y de que sacara a todo el mundo de la habitación para que se pudiera cambiar a gusto, salió al exterior con algo que a todas les pareció lo mejor que llevaría, además que lo peinaron hasta que su cabello quedo tirado para atrás, Daniel creía que se veía ridículo. El llevaba un manto azul con bordados de flores multicolor, una camisa manga larga ajustada al cuerpo dorada que como era evidente también tenía bordados, estos de color azul que formaban líneas y figuras que Daniel solo veía como dibujos raros, un pantalón ajustado también dorado con líneas azules a juego con la camisa, el creía haber escuchado que era seda, pero como nunca había usado ese tipo de prendas no le dio importancia de que estaba hecho. También trajeron diferentes joyas, pero Daniel rechazo llevar cualquier cosa de esas, no porque no le disgustara llevar joyas, en realidad tenía interés en ellas, sino porque al no ver esas joyas como suyas el creía que si las perdía o les pasaba algo él tendría que hacer algo para devolverlas, y aunque pensaba lo mismo con la ropa, creía que no podría pasarle mucho más que ensuciarla. Daniel salió de la habitación sintiéndose un poco incomodo con tanta ropa, el sentía que se movía de forma extraña, había ciertas zonas que le ajustaban de más y otras donde sentía estaba suelto, pero siguió al príncipe Leonard y a los sirvientes al salón donde se estaba celebrando la fiesta en su honor. En el camino pudo observar con mayor detenimiento el palacio, vio que todos los pasillos tenían alfombras con muchos bordados diferentes, cuadros con retratos de todo tipo, personas, paisajes, animales, además de uno que otra piel de animal que había en ciertos espacios, y finalmente flores en jarrones que estaban puestas en mesitas cada determinada distancia. Aunque Daniel pensara que la catedral era una mejor construcción arquitectónica, él creía que el palacio tenía un decorado interno superior, y al entrar en el salón de la fiesta que se encontraba en la parte superior del palacio la creencia se volvió certeza. Al entrar se quedó estupefacto por el tamaño del salón, era inmenso, en el techo había un enorme candelabro de oro con, como no es de otra forma, joyas colgadas de cadenas de oro, al lado de esta había otros candelabros similares, pero más pequeños que adornaban todo el techo del salón, el suelo tenía losetas que formaban figuras entre ellas, y las paredes tenían los cuadros más grandes que Daniel había visto jamás. Había muchas mesas, Daniel observo una gran cantidad de gente en ellas, también vio parados por todo el salón a las personas conversando, bebiendo, y teniendo acercamientos insinuantes, por una esquina logro ver a una pareja besándose, músicos y bailarines a un costado, y al frente estaba el trono del rey y la reina, de grandes dimensiones, de color blanca y para sorpresa de Daniel sin decoraciones con piedras preciosas. Los tronos eran simples en comparación con todo lo demás, también había ventanas en ciertos lugares, pero lo que dejaba entrar más aire helado del exterior eran los grandes balcones que estaban al fondo del salón, abiertos para todo aquel que quisiera salir a tomar aire, aunque no había nadie en ese lugar, lo que era evidente ya que estaba lloviznando y hacia bastante frio, pero aun así no cerraban los balcones. Daniel creía que era lógico ya que con tanta ropa les daría demasiado calor sin el aire frio que entraba, pero en realidad lo hacían para que los olores no se quedaran estancados ya que muchos nobles no olían del todo bien. —¡Entrando por la puerta principal llega el agasajado de esta noche, el heredero de Wintus Daniel Prado, que viene acompañado por el príncipe Leonard! —dijo Kandar con gran elocuencia y potente voz. Todos los presentes voltearon a verlo, y al hacerlo una lluvia de aplausos llego de improviso para Daniel que tuvo un pequeño sobresalto por el ruido. De pronto una mano le rodeo el brazo, Daniel volteo y vio que era la princesa Dalila. —Ven, te presentare con todos los invitados —Dalila jalo a Daniel con suavidad hacia un lado y él se dejó guiar. —Daniel te presento al marqués Brum Mariz, al conde Fontan Jumil y la condesa Gabriella de Jumil, y como no podría ser de otra forma el duque Marelian hizo acto de presencia —dijo Dalila presentando a todos los nobles, cada uno de forma diferente. Presento al marqués con respeto, a la pareja de condes con cordialidad, y al duque con lo que a Daniel le pareció indiferencia—. Todos, como es evidente este es el heredero de Wintus su nombre es Daniel Prado. —Un gusto Daniel, ¿se podría saber de dónde eres? —hablo el conde Fontan mirando con intensidad a Daniel y extendiéndole la mano. —De un Lugar muy lejano señor, no creo que ninguno lo conozca se llama Inestin —respondió Daniel dándole la mano en respuesta, al hacerlo hizo que Fontan sonriera y los demás se quedaran sorprendidos. —Veo que conoce la antigua lengua heredero de Wintus, solo con eso me indica que usted no es un poblador común, es un gusto tratar con gente refinada, hay muchos nobles aquí que parecen más plebeyos que nobles no te juntes con ellos, no valen la pena —dijo el conde Fontan sacudiendo la mano de Daniel, este último se dio cuenta de que lo estaban probando y decidido seguirles el juego para ver hasta donde llegaban. —Gracias por sus consejos conde, también me es grato hablar con gente refinada como usted, aunque lamento la confusión no es que conozca esa antigua lengua suya, es que se parece a otra lengua que conozco. La realidad es que no estaba del todo a gusto en la santa sede, estaba lleno de gente común, la mayoría me veía mal o se alejaba, son unos envidiosos. Daniel se expresó con el mayor decoro que pudo ser capaz de sacar, además trato de alinear sus comentarios a los que suponía era lo que ese grupo le interesaba, y no se equivocó ya que los nobles se acercaron a él con interés, más relajados por lo que había dicho. —Desde luego joven heredero, esa sede está llena de chusma que se opone a sus líderes natos, sus creencias son solo escusas para una rebelión, pero ahora que te tenemos aquí una oportunidad ha surgido, contigo de nuestro lado la balanza de poder ira otra vez al lada de los nobles. El marqués Brum se expresaba con desdén cuando hablaba de la santa sede y su gente, acerco un pañuelo a su rostro como tapándose el hedor que imaginaba de ellos. —Después de todo la plebe no es más que ganado, aun alcanzando altos cargos militares solo los hace ganado más útil —dijo la condesa Gabriella, Daniel intento por todos los medios de mantener una expresión alegre sin que se le notara la sorpresa por ese comentario. —Completamente condesa, aunque nadie se compara con mi persona al menos los nobles son un poco más tratables —decía el duque Marelian riendo al decir esas palabras. —Me encantaría quedarme y conversar con ustedes, pero debo llevar a Daniel a conocer más personas, me disculparan —dijo Dalila mientras tomaba de la mano a Daniel y lo guiaba a otros grupos.
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