—Amelia, yo supongo que llegaste aquí después de un naufragio, ¿verdad? —decía Ruper a Amelia
—Así es señor Ruper.
—Entonces acompáñame, puede que haya otro superviviente de ese naufragio —Amelia acompañó a Ruper justo después que el dijera eso. Al llegar a la casa donde habían puesto al recién llegado, Amelia y Ruper entraron a ver quién era, al ver al príncipe Garrick, Amelia sintió una punzada en su pecho, de inmediato salió de esa casa. Ruper al ver su reacción salió a ver como estaba.
—¿Qué pasó? ¿hay algún problema? ¿lo conoces?
—Lo conozco —mientras Amelia respondía a la pregunta de Ruper, pensaba en cómo podría desligarse del príncipe, y sólo encontró una manera—, tengo información importante sobre esa persona que les concierne, pero para revelar esta información primero debemos hacer un convenio.
—¿Qué clase de convenio? —pregunto Ruper mientras sonreía y miraba a Amelia con tranquilidad.
—Por la información brindada, ustedes como pueblo me protegerán, y brindarán apoyo si la persona que está en esa casa fuera a hacer algo en mi contra, o trata de imponer algo.
—Eso no es necesario, no necesitas darnos nada para protegerte, lo haremos de todas formas niña —dijo Ruper un poco indignado, sorprendido y algo preocupado por lo que escuchaba.
—Usted no entiende quien es el, puede decir eso ahora per…
—Amelia, puede ser un rey, conquistador o emperador, a nosotros no nos interesa, aquí es una persona más, recuerda que somos maestros de dragones —decía Ruper interrumpiendo a Amelia y sacando pecho.
—Tomaré lo que dijo como que acepta el convenio, así que le diré quién es, él es el príncipe Garrick, heredero del reino de las olas, situado en las islas tormenta, y si se pregunta como lo se, es que yo era una de sus esclavas, no lo conozco lo suficiente para decir como es, pero puedo asegurarle que si sale de aquí no hay forma de que no hable sobre la existencia de este lugar, recuerde cumplir el convenio.
Amelia le hablo a Ruper con mucha autosuficiencia y alzando el mentón de forma desmesurada, este último solo sonrió y suspiro ante lo que había dicho, además del hecho que le hacía gracia que siguiera con eso del convenio, porque no sabía nada del reino de las olas, o del lugar llamado islas tormentas, pero suponía era el archipiélago gris, llamado así hace muchos años por sus constantes lluvias.
—Mientras lo tratan y se despierta es mejor que vayas al pueblo, ahí podrás entretenerte, alguien te avisara si se despierta. ¡Ah! Me olvidaba, hay una regla aquí, si deseas irte debes hacer un contrato de sangre, es algo así como una promesa irrompible, es para mantener este lugar seguro, luego te explico más a detalle eso, pero debes ir pensando si estas dispuesta a ello, o también podrías elegir quedarte en esta isla —dijo Ruper mientras se iba.
Amelia se quedó pensativa un rato tratando de entender que había significado esa última parte, pero lo dejó de lado.
—«Ya le preguntaré luego que es todo eso del contrato de sangre»
Amelia se dirigió de nuevo al centro de la aldea, esta vez fijándose con más atención en todo lo que había a su alrededor.
Lo primero que analizó fue donde estaba, la aldea, como había visto antes, estaba en medio de una montaña, al lado de las casas pudo observar grandes terrazas de cultivo, que bajaban de forma escalonada por la montaña, le sorprendió ver que cultivaran en un lugar tan extraño para ella.
También pudo observar que las casas eran de piedra, pero no eran piedras medianas usadas como ladrillos, eran enormes piedras talladas que se acoplaban de diferentes formas, y sus techos eran de paja, las calles también estaban empedradas, pero al lado del camino había césped, y también había césped en varias terrazas de menores dimensiones que estaban un poco más abajo del pueblo.
todo aquello le fascinó a Amelia, pero lo que le extraño, además de los dragones que seguían ahí afuera, fueron los postes de piedra que estaban conectados por madera en la parte superior, y esa madera también conectaba a las casas, además en lo alto de cada poste, un listón grueso de madera sobresalía en dirección horizontal, y al final de ese listón, estaba pegada un cristal que se proyectaba al suelo.
Amelia pensó que las decoraciones de ese lugar eran extraños, pero por alguna razón le recordaron al alumbrado público y a las conexiones eléctricas de su tiempo.
—«Pero eso no puede ser posible, así no funcionan las conexiones eléctricas ni la energía eléctrica, debe ser una extraña coincidencia» —pensó Amelia moviendo su cabeza de lado a lado. Mientras hacía eso unos niños se acercaron, los había visto mientras paso la primera vez, pero solo los saludo.
—¿Señorita de donde es usted? —preguntaba uno de los niños que llevaba en su hombro un pequeño lagarto con alas, Amelia supuso era un bebé dragón. Ella pensó en una respuesta, pero antes de que pudiera responder algo otro niño habló—: ¿Cómo son las cosas de donde viene?
—¿Es cierto que hay pueblos con cientos de miles de personas? Debe ser inventado ¿verdad?
—¿Sabe de esos animales raros llamados monos? ¿existen?
Amelia se llenó de niños en menos de lo que pudo prever, y cada uno preguntaba algo, y sin siquiera responder a la primera pregunta ya estaban preguntando la segunda, la tercera, y la cuarta, Amelia trató de decir algo, pero estaban tan emocionados que no escuchaban, hasta que una señora algo subida de peso llegó.
—¡Niños! ¡¿No ven que están molestando a nuestra invitada?! ¡¿Dónde están sus modales?! —decía la señora gritando y jalándole las orejas a los niños que estaban ahí, los que pudieron salieron corriendo antes de que les llegara a tocar.
La señora llevaba un delantal de tela y un vestido holgado de flores, su cabello era rulado y castaño, aunque este estuviera trenzado en una sola trenza larga, en su frente había rulos que se formaban de los pequeños pelos que tenía.
—Disculpa a estos pequeños querida, literalmente no tenemos visitas y al verte se emocionaron.
—No se preocupe señora, más bien me extraña que se comporten así, deben ser mayores que yo con la esperanza de vida que tienen.
—¡Oh no! —dijo la señora riendo—, querida, solo tienen 6 o 7 años, algunos 9, pero de ahí no pasan, aunque veas que algunos estén con dragones, son de sus hermanos o hermanas, hasta que no se enlacen con un dragón su esperanza de vida es la de una persona normal, y aun les falta para que lo hagan. ¿Ya has comido?
—No señora —respondió Amelia dubitativa sobre la información que acababan de brindarle.
—Que distraída, tampoco me presente, me llamó Darla, eras Amelia ¿verdad? Ven a comer a mi casa —decía la señora a Amelia con una sonrisa.
La señora Darla no espero que respondiera, y segundos después, por una de las calles del pueblo, se pudo ver cómo Darla le había agarrado el brazo a Amelia y la llevaba a su casa.
Esa casa era una de las tantas construcciones de piedra que había, y al entrar Amelia se quedó sorprendida, las paredes decoradas con dibujos de diferentes cosas, animales, la isla, personas, o dibujos mesclando colores raros, también colocados colgados en la pared y puestos en el suelo había telas con hermosos bordados.
Ni lo había intuido por las ropas simples que llevaban ellos, pero ahora se daba cuenta de la diferencia en la calidad de la ropa que tenían en ese pueblo, y de la calidad de ropa que tenían los de ese tiempo, era una gran diferencia.
Además pudo percatarse de cristales en el techo, estos estaban conectados por madera que iba pegada a la pared, y en la parte baja había algo como un interruptor, Amelia no pudo evitarlo, ya eran demasiadas coincidencias, así que apretó el interruptor de madera y vio cómo se encendía ese cristal.
—No necesitamos luz querida, aún hay bastante proveniente del sol, ¿podrías apretar el botón otra vez? —decía la señora Darla a Amelia en son de broma, menos la pregunta final. Amelia solo atino a apretar otra vez el interruptor, sin entender como era que eso era posible.
—¿Ya hay algo parecido o igual en el exterior? Veo que no te extraño la luz, y que tampoco te asustaste, la única vez que vino un visitante, ya hace más de 400 años, se sorprendió por las cosas que teníamos, y nos informó de lo que pasaba en el exterior, era un viajero.
—No hay nada parecido a esto en todo el mundo, se lo aseguro señora Darla —decía Amelia aún sorprendida por ver iluminación artificial en esa época, Darla sólo la vio y siguió avanzando.
Parecía que donde estaban era la sala de estar, al seguir por una puerta se encontró con el comedor, y al lado estaba la cocina, en ella había varias cosas dentro, Amelia se preguntó cuántas cosas más tendrían ellos además de luz artificial, pero antes de que fuera a investigar, un niño pequeño y un señor entraron al comedor.
—Hola, que sorpresa, Amelia ¿verdad? Es un honor tenerte como invitada —dijo el señor a Amelia mientras le extendía la mano para saludarla, el señor se veía fornido, tenía una barba negra y un cabello igual de n***o bien cortado, vestía pantalones simples y una camisa, aunque esta vez Amelia se fijó mejor y pudo notar que efectivamente era de excelente calidad.
—Mi nombre es Gunbar, y este pequeño es mi hijo Half, me estaba comentando que estabas rodeada de niños y mi esposa te salvo.
—No es para tanto señor, solo estaban siendo curiosos, aunque es cierto que la señora Darla me ayudó. Hola Half, mucho gusto —decía Amelia poniéndose en cuclillas con las piernas juntas para estar más al nivel de los ojos de Half, este solo atinó a ponerse detrás de su papá, viendo con atención a Amelia desde ahí.
—Discúlpalo es un poco tímido.
—No se preocupe señor, yo era igual.
La señora Darla apareció con varios platos de buen tamaño llenos de comida, las traía en dos grandes bandejas de plata, en ellos había arroz, asado, sopa, ensalada, y hasta había postre, las puso en la mesa de madera para luego ir a traer una jarra con la bebida que la señora había preparado, no sin antes recibir un beso de su esposo y de su hijo.
Por lo que Amelia podía ver, la bebida era un jugo, ella no se lo podía creer, en su viaje en alta mar no había comido nada de carne, y por lo que sabía en el pasado era raro comer carne muy seguido, más raro aún tomar jugo de frutas, ya que las frutas eran comidas de nobles, y gastarlas en un jugo era un despilfarro, claro en su tiempo era algo del día a día, pero allí no debía ser común, o así debía ser, pero lo estaba viendo con sus propios ojos.
—Sírvete lo que quieras querida, hay suficiente para todos.
—Muchas gracias —dijo Amelia viendo cómo la familia se tomaba de las manos y cerraban sus ojos, ella intuía que estaban orando, no sabía a qué a quien, pero respeto lo que hacían y espero que terminarán antes de tomar cualquier cosa, y al terminar de hacerlo todos comenzaron a servirse.
—¿Como es que tienen tanta comida? —pregunto Amelia, los padres soltaron una breve risa antes de responder.
—No es tanto la producción, sino como almacenamos la comida y como la mantenemos en buen estado, aunque si tenemos buena producción —dijo el Señor Gunbar—. Obviamente todo es gracias a los dragones, algunos nacen con el poder del frío, y eso hace que podamos usar ese poder para congelar alimentos, pero no se nos había ocurrido eso, de no ser por que el anterior visitante era un mago, se llamaba Manuel, el conocía mucho de magia, de cristales mágicos, y de circuitos de mana, gracias a él y a un chico de nuestro pueblo el avance que tuvimos fue gigantesco.
—¿Ósea que el anterior visitante se quedó?
—Si, incluso logró conectarse con un huevo de dragón, pero murió casi cien años después, no sabemos realmente la causa de su muerte, solo se fue a dormir y ya no despertó más, pero a veces pasa incluso entre la gente de nuestro pueblo —dijo la señora Darla con un tono algo triste en su voz—, Gunbar y yo lo conocimos de niños, aunque ya tenía más de 143 años gracias a la conexión con un dragón, se veía como un señor normal, nos enseñó magia, era muy amable.
—¿Y el chico que también ayudó?
—Él se fue de la isla, era alguien singular, el único que lo conoció y sigue con vida aquí en Algahra es Ruper, por lo que oímos, las bases del conocimiento las trajo Manuel, pero las ideas y como aplicarlas las propuso Ambros, por eso aún conservamos sus cosas como recuerdo de su persona —dijo el señor Gunbar, y justo después de decir eso Ruper aparece por la puerta que daba a la sala.
—Disculpen que los interrumpa en su almuerzo, solo quería avisarle a Amelia que el joven Garrick ha despertado, y que quería hablar con ella sobre ese asunto, pero lo segundo puede esperar. Estaré afuera Amelia, cuando termines vienes ¿sí? —decía el señor Ruper a los presentes.
Amelia se apresuró a acabar su comida sin decir nada más, la familia tampoco dijo nada después de despedirse del señor Ruper, y este se fuera a la calle a esperar. Amelia al terminar agradeció la comida y salió un poco apurada, cerca de la entrada estaba el señor Ruper sentado en el pórtico.
—Eso fue rápido jovencita.
—¿Le mencionó de mi al príncipe? —decía Amelia a Ruper, este último suspiro y le respondió-: Si, pero también le dije que aquí no existen esclavos ni permitimos que nadie los tenga, sorpresivamente él lo entendió, pero esa no fue mi única sorpresa, el decidió quedarse a vivir en la isla.