Heredero de Wintus parte 2

1690 Palabras
Los que estaban presenciando la escena de cerca se quedaron callados esperando lo que Daniel iba a responder, pero antes de que siquiera tuviera la oportunidad de hacerlo, se escuchó a una multitud acercándose hacia él como una tormenta que llegaba de muy lejos, el bullicio se acrecentaba más, y en nada de tiempo se vio al tumulto de gente que se acercaba por todos lados. Daniel pudo ver en medio de todo el gentío un palanquín cubierto al completo por telas que tenían hermosos bordados, y varios adornos de oro incrustados en los lados, como también dibujos y figuras de rayos decorados en todo ese palanquín, que estaba rodeado de muchos hombres armados, y estos a su vez rodeados por muchos ciudadanos que estaban entrando a los campos de entrenamientos a la fuerza con ellos. —¡Saludos a todos los presentes, su majestad el rey Marcus Reginal Wintuson Miracius cuarto, rey de todo Tersan, ha venido personalmente a conocer al heredero de Wintus! —gritaba a todo pulmón un hombre delgado, alto, vestido con ropas parchadas con muchos colores, y con una potente voz a pesar de su apariencia, se había subido a un taburete que le permitía sobresalir de la multitud para hablar a todo el mundo, al verlo Daniel no pudo evitar compararlo con un payaso—, ¡Quiere presentarle sus respetos y conversar de su situación con todos los aquí presentes como testigos! —¡COMO OSAN IRRUMPIR EN LA CASA DE DIOS COMO SI FUERA UN MERCADO! —la voz del gran sacerdote Samuel retumbo en todo el campo de entrenamiento, y esa voz logro llegar tan lejos que nadie creería que eso hubiera salido de la boca de un ser humano, además no se escuchaba como si hubiera gritado o forzado su voz a que llegara más lejos, se escuchaba como si su voz viajara a cada una de las personas presentes y les reprendiera de forma individual al mismo tiempo. Este acto dejo mudo a todo aquel que hubiera escuchado la reprimenda. Rompiendo la tensión del momento del palanquín el rey salió como llamado por el silencio, se paró apoyándose en uno de los extremos del palanquín mirando hacia donde estaba el gran sacerdote Samuel. Daniel vio claramente al rey, era un hombre fornido, con porte, cabello corto, con algunas canas en los costados, pálido, su cabeza estaba adornada por una corona de oro, esta tenía piedras preciosas incrustadas en los orificios que se creaban por las formas zigzagueantes de la corona, parecían rombos pegados y adornados con gravados diminutos que nadie excepto quien se acercara mucho al rey podría ver. El monarca se veía de gran envergadura, pero no era obeso, llevaba ropas blancas, el manto, la camisa, y el pantalón estaban bordado con rayos dorados al mismo tiempo que muchos símbolos menores por todo el conjunto, tenía una espada en el cinto, aunque más que una espada parecía un adorno por la cantidad de piedras preciosas y oro que tenía la funda. —¡Gran sacerdote Samuel, he venido hasta aquí por el heredero de Wintus y nada más, he esperado en la entrada como una persona civilizada, pero hasta el rey puede perder la paciencia si espera horas sin ningún tipo de excusa, si no me permiten verlo entenderé que no respetan el legado de mi familia ni del héroe que forjo los cimientos de esta nación, y me veré obligado a actuar en consecuencia! —decía el rey con una voz potente y con autoridad, aunque comparado a lo que había hecho el gran sacerdote Samuel parecía poco. Daniel no sabía cómo reaccionar, la tensión aumentaba, los soldados, caballeros del rey, y los caballeros de la iglesia se estaban posicionando para un posible enfrentamiento, hasta la gente que había irrumpido junto a la gente del rey estaba preparándose para luchar al lado de su monarca, lo que desconcertaba un poco a Daniel, hasta que el gran sacerdote Samuel hablo otra vez. —¡PELEAR EN LA CASA DEL SEÑOR ESTA PROHIBIDO, ATENGANSE A LAS CONSECUENCIAS SI LO HACEN! —este acto calmo la tensión por el momento, pero Samuel sabía que no duraría y tendría que hacer algo en ese preciso instante, así que mientras hablaba, Samuel se levantó e indico a Daniel que lo siguiera—. No te preocupes, pase lo que pase la iglesia te respaldara. Samuel seguido primero por Daniel, luego por los altos sacerdotes, y finalmente por su escolta, se dirigió hacia el rey mostrando calma y serenidad. Daniel estaba sudando, mordiéndose el labio, respirando con fuerza, y en ese estado reflexiono en un breve periodo de tiempo como se había visto arrastrado a esta situación, y se preguntó porque debía pasarle esto a él, ninguno de esos planteamientos tuvo respuesta. —Este es el heredero de Wintus Marcus, y la iglesia lo respalda, así que hagas lo que hagas ten eso en cuenta —expreso Samuel a Marcus con su voz normal mientras movía uno de sus brazos hacia Daniel señalándolo como el heredero de Wintus. —¡Joven héroe, es un enorme placer poder extenderte mi saludo!, ¡¿Cuál es tu nombre?¡ —El rey hablaba con grandilocuencia y una potente voz, abriendo los brazos como si le estuviera dando más amplitud a lo que decía. —Mi nombre es Daniel Prado su majestad —respondió Daniel con un tono de voz bastante bajo, solo lo escucharon los que estaban cerca de él, dejando al rey estático con los brazos abiertos por unos segundos, cuando se dio cuenta que no lo habían escuchado se apresuró a gritar lo mismo que dijo a todo pulmón—. ¡Mi nombre es Daniel Prado su majestad! Muchos de los presentes que vieron y escucharon la escena no pudieron sino soltar unas pequeñas carcajadas ahogadas, otros se taparon la boca evitando mostrar su risa. —¡Daniel Prado, los reyes de Tersan hemos sido descendientes directos del héroe Wintus, tu como su heredero ahora eres parte de nuestra familia, tu lugar está con nosotros, queremos homenajearte como es debido, darte la bienvenida en el palacio real con una fiesta, ya que eres el héroe profetizado es lo mínimo que te mereces, ven con nosotros! —el rey Marcus hablaba con mucha convicción y fuerza, también como Daniel se esperaba no solo le decía esas palabras a él, era evidente por como miraba a la gente y a la iglesia que lo que decía tenía múltiples intenciones. Daniel no sabía que responder, no le interesaba ser parte de la realeza, las riquezas, o el poder que podría ostentar, solo le interesaba volver a su tiempo, si es posible con sus compañeros de clase, y la única vía que veía era poder usar de alguna forma la máquina del tiempo que estaba en la catedral de la santa sede. Samuel pudo intuir que Daniel no estaba convencido e intervino en la conversación. —Joven Daniel, creo que deberías quedarte en la santa sede por el momento, después de todo fuiste encontrado por nosotros, y creo que es la providencia divina la que permitió que tu llegaras aquí, además en este lugar podrás entrenar con los mejores caballeros y aprenderás a usar tus poderes con libertad, te seguiremos apoyando decidas lo que decidas —las palabras de Samuel a diferencia de las del rey si iban dirigidas hacia Daniel de forma exclusiva, si Daniel no hubiera conocido a Sonia ni hubiera visto Miraci, él habría confiado en el gran sacerdote y se hubiera quedado, pero gracias a ella pudo pensar mejor y sentir el interés extremo que yacía debajo de la máscara que Samuel mostraba. —¡Su majestad iré con usted, pero deseo venir aquí todos los días a entrenar, ¿eso está bien para todos?! —después de pensar en todo lo que había pasado y en las implicancias, Daniel no pudo confiar a plenitud en la iglesia, pero al mismo tiempo no podía dejarla, así que ese fue el mejor curso de acción que se le ocurrió en ese momento. El rey al escuchar la respuesta de Daniel torció el gesto, en cambio el gran sacerdote se mantuvo impasible, a los dos no les gusto la respuesta, pero aún estaban en el juego y decidieron seguir ese curso de acción sin más problemas, los dos pensaron que era muy pronto para un enfrentamiento directo. —¡Entonces así será Daniel Prado, deseo que me acompañes en el palanquín para poder conversar a gusto mientras nos dirigimos al palacio! —exclamo el Rey abriendo las telas del palanquín como un acto de invitación hacia Daniel. —¡Caminare si no le molesta, ya estuve mucho tiempo sentado y desearía mover las piernas! —replico Daniel como excusa para no ir con el rey, ya que le causaba ansiedad la sola idea de estar solos en ese palanquín mientras los transportan. Lo que no sabía Daniel es que había despreciado una invitación directa del rey a hablar con el cómo un igual, y lo que menos se hubiera imaginado fue la forma en la que tomaron su comentario los pobladores, aprendices de caballero, caballeros, soldados, y todos los demás que estaban ahí, ya que empezaron a respetarlo por lo que había dicho, algunos de forma más marcada que los otros, ya que al no ir con el rey los presentes pensaron que elegia estar con el pueblo en vez de subir a un lugar privilegiado. El rey no se pronunció al respecto, solo hizo una venia y entro al palanquín, carraspeando por dentro ante esa respuesta. Mientras todos empezaban a movilizarse hacia el palacio, Daniel volteo a ver a todas las personas de la iglesia que estaban allí, en especial al gran sacerdote Samuel, pero no lo vio, se había ido, y sobre el resto pudo observar que muchos de los que llevaban espadas la habían levantado como símbolo de apoyo hacia él, Daniel se estremeció al pensar en qué diablos se había metido—. «Esto va a terminar mal, tan seguro como el sol sale todos los días, maldita sea»
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