Treinta y seis

1461 Palabras

—¡Te odio, Daniel! ¡Te odio a ti y al bastardo de Christopher! —le grité desde la acera. —Vamos Ivy, por favor, sube al auto —me dijo, como si ya se estuviera acostumbrando a que le dijera que lo odiaba. Me giré de nuevo hacia el frente y seguí caminando con la mirada en alto. El auto n***o de Daniel seguía mi ritmo, mientras no miraba lo que parecía ser un acompañante de ruedas. ¿Cuántas horas llevaba así? No sé, unas dos o tres. Haciendo y gritando lo mismo a mi mejor amigo que ya comenzaba a detestar. —Vamos, Ivy. ¡Anda, que hay que llegar a tu casa! —pareció no escuchar mis palabras. —¿Qué no entiendes? ¡Quiero estar sola! Déjame en paz. Le grité esta vez con furia. Siempre desesperada ante su impotencia y terquedad. A él no pareció importarle, siguió intentando en vano de con

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