Cuarenta

2331 Palabras

Christopher Ivy se había desmayado en mi automóvil. Ahí, tan inocente y pura. Sonreí con esmero. Por mi mente pasaba una maravillosa y cínica idea, una increíble venganza por haberme hecho pasar vergüenza esa tarde. La tocaría mientras dormía. No sólo porque quería ver su cuerpo una vez más, si no porque debía cambiarla… tenía todo su uniforme sudado. Seguramente la idiota había corrido un montón de calles tratando de esconderse de mí. Además, cuando la había encontrado en aquel parque, lloraba. Arqueé una mueca de cansancio. ¿Por qué siempre me hacía salir de mis casillas? ¿Hacer esas cosas que nunca nadie había hecho por nadie? Ser niñera, cuidarla, matar a asesinos para salvarla y esta vez, cambiarle los pañales. Suspiré cansado. Todo eso me agotaba, pero tenía una sensación

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