Una nueva mañana había llegado, abrí mis ojos lentamente y mire hacia el despertador… faltaba un minuto para que sonara, odiaba que pasase aquello. ¿Por qué rayos me había levantado? Suspiré y me estiré en la cama, antes de apagar el despertador que estaba por alarmar la habitación ya que eran las siete de la mañana. Me puse un nuevo uniforme que Christopher me había conseguido, no era tan estilo de monja como el primero que me había dado, pero tampoco era tan atrevido como el que yo me había inventado. Arreglé mis cabellos, peinándolo con suavidad y sin ser brusca. Ya cuando me mantuve lista. Bajé las escaleras para desayunar, sin esperar el llamado de la famosa mucama, que no apareció en el cuarto para molestarme. Una por una, con sumo cuidado. —¡Señorita! Pensé que aun dormía —

