CAPÍTULO IV

2348 Palabras
Finalmente, mis clases académicas habían terminado. Ahora solo quedaba la aburrida clase de costura y habría culminado otro torturante día en este infierno, llamado internado. Extrañaba a mis amigas, a los chicos, muy en el fondo también echaba de menos desayunar con mi padre y hacerle la vida imposible al mocoso y su bruja madre. Pero no todo era malo, había conseguido un nuevo pasatiempo. Mi profesor de religión, era toda una bestia seductora. ¿Qué clase de castigo educativo había sido ese? Mejor dicho, ¿Era legal? ¡Me nalgueo! Eso podría considerarse acoso escolar, además no creía que las monjitas permitieran semejante desfachatez, ¿o sí? ¿Acaso son monjas pervertidas? No lo creo, son muy correctas. Sor patri sería incapaz de tal cosa, aunque ahora que lo pienso, Jace es muy hábil e inteligente, sabe muy bien que no puedo chantajearlo con lo que sucedió. Porque por mi increíble historial de mala conducta, jamás me creerían, después de todo él es el ángel aquí y yo un demonio que debe ser exorcizado. ¡Vaya, vaya! ¿Quién lo diría? Este profesor resultó ser todo un macho alfa dominante. Pero este juego, también es de dos, yo no soy exactamente una sumisa… soy más una cazadora, que una presa. —¿Aria? ¿Qué esperas para ir al taller? —preguntó María, entrando al baño de mujeres. Donde me encontraba admirando mi belleza en el espejo, mientras aplicaba delineador n***o en mi parpado. —Estoy por ir, solo me arreglo un poco—respondí encogiendo mis hombros. —, María tengo una duda, como debes saber mi bromita se pasó de la raya y tendré un castigo o algo así por parte del profesor de religión. ¿Qué clase de castigos son? — pregunté con intriga, fingiendo inocencia. Después de todo, tiene sus ventajas ser la nueva. Merecía saber si recibí un “trato especial” o únicamente era una más del montón. —¡Uff, lo que te espera! Aria tendrás que rezar mínimo diez rosarios seguidos, hincarte en el templo por dos horas sin poder moverte o en el peor de los casos, hacer ayuno por varios días. —respondió con temor. No podía ser verdad, los castigos que él imponía, no tenían nada que ver con el que me había dado. ¿Por qué lo había hecho? ¿Acaso sintió también esa tensión s****l entre los dos? Siempre quise una aventura con adrenalina, ser la amante de un hombre casado o en el mejor de los casos, estar con uno de mis profesores. Claro que, en mi instituto anterior, todos eran viejos y feos. No como este bombón que, ahora, tengo a mi disposición. Sonreí con suficiencia, era justo lo que necesitaba. Mi padre enloquecería si se enterase de que su incorregible hija, tiene una relación con su tan correcto profesor de religión. —¿Por qué sonríes como posesa? ¡Esos castigos son lo peor! —respondió desconcertada, mirándome como si estuviese loca. —Estoy segura de que deben serlo—respondí, saliendo del servicio. Camine seguida de María por el pasillo con dirección al taller de costura, el profesor Jace caminaba en dirección contraria y nuestras miradas se encontraron. Le guiñé el ojo y pude notar como se tensó tragando saliva, una sonrisa ladina se adueñó de mi boca. ¿Quería jugar? ¡Pues le enseñaría como se gana! Llegamos al salón y había varias mesas ubicadas por filas, cada una con su máquina de coser y utensilios de costura. Al fondo en el rincón, había una sesión con muchos tipos, colores y diseños distintos de tela. La monjita comenzó a explicarnos sobre los patrones y estaba a punto de dormirme, cuando nos indicó que hacer. —Como saben, se acerca el baile de bienvenida. —anuncio y todas chillaron de alegría. ¿Tanto alboroto por un baile? No comprendía a las británicas. —, Y como todos los años, celebraremos la bienvenida en conjunto con los chicos de Brighton —continuo y todas volvieron a chillar, ahora todo tenía más sentido. Comenzaba a entenderlas y a emocionarme también. —, ¡Silencio! Compórtense señoritas, en fin. Los que les quería decir es que su proyecto será crear sus propios vestidos para el baile. Todas chillamos de la emoción y esta vez me uní a la ovación. Esto comenzaba a gustarme, baile, fiesta, chicos y la mejor parte podría hacer mi propio vestido. No es que supiera como, pero al menos podría hacer algo de mi estilo y no al de este internado mojigato. Sor Matilde, la encargada de este taller. Nos enseñó los patrones dependiendo del tipo de vestido que deseáramos hacer, yo me decidí por uno ceñido hasta la cintura y luego con caída en A para más glamour. Escogí las telas que usaría y fue fácil saber que sería en color n***o mate, por lo que tome una tela lisa para el forro y construcción del vestido, para la parte de arriba use una con brillos y lentejuelas en color plateado. Y para la falta empleé un lindo tul de esos que usan las bailarinas de ballet, en el mismo color, n***o con brillos plateados. Quedaría hermoso sin duda alguna, comencé a tomar mis medidas y a construir los patrones. Dos horas más tarde la clase terminó y lejos de ser tan aburrida y pesada como lo creía, fue genuina, divertida y emocionante. Comenzaba a gustarme esto del diseño y la moda, digo siempre he sido fashionista y asistí a muchos eventos, galas y pasarelas de alta costura en el mundo de la moda. Pero nunca lo vi como una profesión, ahora comenzaba a llamar mucho mi atención. Quizá podría estudiar en un futuro diseño de moda. Con una sonrisa en mi rostro, caminaba por los pasillos con dirección a mi habitación. Cuando un brazo me haló con fuerza hasta detrás de las cortinas del pasillo. Me exalté un poco, inmediatamente sentí su fuerte cuerpo envolviendo mis delgados y delicados brazos. —¿Por qué tan sonriente? ¿Acaso recordando tu castigo? —preguntó con un cinismo que desestabilizo mi ser por completo, me gustaba. Tenía ese toque sarcástico que yo también usaba. —¿Debería sentirme privilegiada, profe? Porque le he contado a mis compañeras de habitación sobre su castigo y me han dicho que…—mentí y sus ojos se abrieron con sorpresa. Mientras sus mejillas tomaban color carmesí y su rostro se contraía. —¿Qué hiciste qué? —me interrumpió alzando mi barbilla con brusquedad. —Les pregunté que clase de castigos daba usted, ellas se sorprendieron tanto. Que me dijeron que debería decírselo a sor patri…—continúe y su rostro se desconcertó, apretó su mandíbula. Pero luego sonrió con malicia, era justo lo que quería provocar, que saliera el demonio que este hombre llevaba consigo y aguardaba en una máscara de falso ángel. —¿Es en serio, Aria? ¿Crees que Sor Patri te creería a ti? ¿A la niña estadounidense problemática? ¿Y no a mí, el profesor de religión? —respondió, dándome la razón. Sabía que esa cara angelical, escondía un gran caos. —Era justo lo que quería escuchar, profe—respondí acercándome peligrosamente a sus labios—, Es exactamente como tú lo has dicho, pero no debería de jugar con fuego, si teme quemarse en el proceso…—le advertí lamiendo la comisura de sus labios y apartándome para continuar mi camino hasta las habitaciones. Las clases de religión se habían convertido en un insaciable juego de miradas entre Jace y yo, aunque la mitad de las veces era yo tratando de no sentirme intimidada con su mirada. «Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré Alabaré a mi Señor Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré Alabaré a mi Señor Juan vio el número de los redimidos Y todos alababan al Señor Unos cantaban, otros oraban Y todos alababan al Señor Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré Alabaré a mi Señor Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré Alabaré a mi Señor Todos unidos, alegres cantamos Glorias y alabanzas al Señor Gloria al Padre, gloria al Hijo Y gloria al Espíritu de amor Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré Alabaré a mi Señor Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré Alabaré a mi Señor» Cantaban todos al unísono mientras yo simplemente miraba mis uñas que estaban horribles a causa de que no había podido arreglármelas, a mi lado María me animaba con a cantar, ella estaba más que animada. Yo le ofrezco una sonrisa y asiento con la cabeza, aunque con esa sonrisa se veía falsa a miles de kilómetros. —¡Muchas gracias a todos por alabar al señor! —exclama Jace en el micrófono. —¡Amén! —responden. Yo ruedo los ojos en respuesta. ¡Me aburro! Después de que Jace dijese un par de palabras más, todas salen de la capilla. —¿Ari? ¿No vas a salir de la capilla? —me pregunta María confundida. —Me tengo que quedar más tiempo, ya sabes… por el castigo —miento. Ella en respuesta me mira con pena. —Está bien, ojalá el señor Daniell no sea muy duro contigo. «Ojalá lo sea…» ¡¿En qué estoy pensando?! —Ehh… Sí… espero lo mismo. —Te espero en la clase de tejido, ¡mucha suerte! Asiento haciendo una mueca de tristeza falsa y María sale de la capilla, cuando estoy segura de que ya se fue me levanto del asiento, sintiendo como por poco mi trasero se va a volver de la misma forma de la silla. Camino hacía el escenario donde Jace está concentrado limpiando los instrumentos musicales utilizados. —¿Por qué no te has ido? —me suelta de la nada, ¡cómo me noto! Creí ser lo suficientemente silenciosa. —¿Disculpe profesor? —No se haga la tonta señorita Johnson, eso no le queda. ¿Qué necesita? ¡Idiota! ¡Imbécil! —Tengo que hacerte una pregunta —me acerco un poco a él, si entiendo como mi corazón empieza a latir de forma pesada—, ¿Por qué no me follaste aquel día? —¡¿CÓMO DICES!? —me grita, aunque con eso logra que mi cuerpo tiemble. —Te voy a denunciar, ¡me oíste! —Denúnciame. ¡Por qué carajos no le da miedo mis amenazas! Él se acerca a mí, hasta quedar al lado de mi oído, él está tan cerca de mí, que siento su respiración en mi nuca. —Si te hubiese follado, no podrías caminar… y, aun así, estuvieses rogando que te follara una y otra vez. —Te tienes mucha confianza, no eres más que un narcisista. —Ve a clase señorita Johnson —me dice tomándome de los hombros, haciéndome girar en dirección a la puerta—, Se buena niña y obedece. —Aishh… —exclamo enojada zafándose de su agarre. ¿Por qué deseaba tanto a ese idiota? Cuando salgo de la capilla, voy a la única clase que amaba de este asqueroso lugar, cuando llego sorprendentemente hay unos hombres en este lugar. Deben de ser los chicos de Brighton, ninguno me parece atractivo, aunque antes me hubiesen parecido follables, pero, ahora solo me dan asco. Busco con la mirada a María y cuando la encuentro, está en una de las mesas hablando con uno de los chicos, cuando me acerco a ellos, me encuentro a un hermoso chico de ojos miel, cabello rubio y labios hermosos. Él era realmente hermoso. —¡Ari! Te presento a Nicolas es el modelo para la creación de los uniformes para la unificación de los dos internados. —Mucho gusto Aria, mi nombre como lo dijo Maria es Nicolas Fill —se presenta y no puedo evitar desconcentrarme con su voz ronca, él estira su mano y las estrechamos. —Soy Aria Johnson. —¿Americana? Asiento mirándolo a los ojos, me parecía algo enigmático, hasta que segundos después me doy cuenta de que todavía nuestras manos están estrechadas. —¡Bueno empecemos! —exclama feliz María—, Nicolas y yo seremos los modelos, ¿tienes alguna propuesta para el uniforme Ari? —Si… —salgo de mi aturdimiento y voy hacía los casilleros que están en la sala de tejidos y saco un cuaderno que nos regalaron—, Tengo este —les digo cuando vuelvo a estar cerca de ellos y les muestro mi diseño—, Este… y este. —Dame el cuaderno —me pide María, yo se lo entrego y ella con un rotulador hace una línea en las rodillas del dibujo—, No aceptarían este diseño, nunca. Ya quieres que a Sor Alba y Sor Patricia les dé un paro cardiaco. ¡Como odio este lugar! —Marí —una de las chicas llama a María. —Ya vuelto. Nicolas y yo asentimos. —¿Te estás divirtiendo aquí chica americana? —Este lugar es una mierda —suelto. —Te entiendo —me dice, lo cual hace que lo mire sorprendida—, Esta noche van a hacer una fiesta en un club muy conocido ¿te gustaría ir? —De querer, claro que quiero… Pero como rayos voy a salir de aquí, esto está lleno de cámaras, rejas altas… Es imposible, si no, ya me hubiese ido. —Rubia, hasta de las mejores cárceles se han escapado, por ejemplo: La cárcel de Alcatraz era considerada la más segura de Estados Unidos, hasta que John Anglin un preso escapó de la prisión junto a su hermano Clarence y su compañero Frank Morris. Nada es imposible rubia, sal por la puerta de atrás, donde sacan la basura, a las nueve de la noche, te estaré esperando. —Pero no tengo ropa adecuada. —Está bien, te compraremos algo en el camino. —¿Compraremos? ¿Quiénes? —Mis amigos, algunos de internado y otras personas fiesteras. Asiento. Creo que esto necesitaba, algo de diversión. —Acepto. ¿Qué podría salir mal? Pienso que en el fondo necesitaba algo de diversión, estar encerrada aquí me aburría de gran manera, necesitaba salir de esta cárcel.
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