CAPÍTULO V

2663 Palabras
La noche llegó con precisión, finalmente después de tanto aburrimiento en este encierro habría algo de acción, de diversión y esperaba de corazón que de perversión. Nos encontrábamos en el comedor, era la hora de la cena. Estaban bendiciendo los alimentos, mientras yo pensaba como saldría sin ser vista por las cámaras de seguridad. Engullí el primer bocado de la pasta carbonara que habían servido, no podía negar que la comida era decente y muy bien hecha. No todo era tan malo, quizá este año no estaría tan mal. María me miraba con intriga, como si supiera lo que pensaba. —¿Qué te traes en manos? —preguntó minuciosa. —¿De qué hablas? —pregunte confundida. —No has musitado palabra alguna y estás muy pensativas. ¿Qué planeas? —preguntó con insistencia. —Nada, eres muy chismosa y seguro arruinas mis planes contándoselo a Sor Patri—respondí tajante. —¿Qué planes, Aria? —preguntó entrecerrando sus ojos. —Ningunos, María—respondo rodando mis ojos—, ¿Podrías dejarme comer en paz? Rodó sus ojos, pero finalmente se calló y me dejo terminar mi deliciosa cena en paz. Todas salimos del comedor y fuimos a nuestras habitaciones. Al llegar tomé una ducha larga, relajando mi cuerpo y alivianando mi estrés diario. Tenía que encontrar la forma de salir sin ser escuchada o vista, me coloqué mi pijama y me recosté en mi cama. Las demás estaban estudiando o hablando entre ellas. Las ignoré totalmente, mientras que estaba detallando la habitación mi vista choco con la de María, quien seguía mirándome con cautela. Cuando las luces se apagaron, todas estaban en absoluto silencio y con predisposición de dormir. El reloj de la pared marcó las ocho y treinta pm. Faltaban pocos minutos, esperaría a que se durmieran todas y me iría de esta aburrida cárcel. Las agujas del reloj se movían con lentitud o quizá era mi ansia de que ya fuera la hora de huir de aquí. Los ronquidos de las chicas hicieron presencia y rodee mis ojos, era terrible. Las agujas del reloj finalmente se pusieron de mi lado, marcando las ocho y cincuenta minutos. Me levante con lentitud y tome algo de ropa que había robado cuando entre al almacén donde estaban todas nuestras cosas personales, para quitarme este asqueroso uniforme por ropa decente, no era la ropa que normalmente me podría para una fiesta, pero al menos no era el horrible uniforme. Me vestí con rapidez y tomando mis zapatos en manos, salí de la habitación para luego calzármelos. Comencé a caminar con cuidado de no ser enfocada por ninguna cámara, cuando alguien me tomó del brazo. Ahogue un grito. —¿Qué haces? —me pregunto mirándome de arriba abajo María—, ¡Sabía que planeabas algo! —reprocha maría, cruzada de brazos. —Solo voy por… Agua. —respondí encogiendo mis hombros—, Regresa a la habitación, no me demoro nada. —¿Con esa ropa? Si claro, en ese caso… Iré contigo—responde con seguridad, resoplando asiento. —¿Quieres no ser un grano en el culo María? —me quejo tomándola de los hombros. —Yo también tengo sed... Caminamos a la par, hasta salir del enfoque de las cámaras del pasillo. Arrastrando a María fuera del comedor, corremos hasta la puerta trasera, por dónde sacan la basura todos los días. Ella me mira desconcertada, sin comprender. Es entonces cuando se escucha un silbido, busco con la mirada y veo que provienen de un costado. Camino hasta ellos, hay una camioneta RAM negra de cuatro puertas y a la par tres chicos guapísimos. ¿Estoy soñando? Si es así, no me despierten nunca, gracias. —¿Qué? ¿A dónde vas? —pregunta asustada María. —Vamos, solo por esta noche deja de ser una mojigata—respondo retadora. —¡No soy una mojigata! —reprocha. —Demuéstralo, yendo. —respondo desafiante. Me da una mirada cargada de seguridad y se sube a la reja, para poder saltarla y así huir. Sonrío con diversión y hago lo mismo que ella, bajo de golpe y mis ojos conectan con los de Nicolás. Me guiña un ojo y ayuda a subir a la enorme camioneta, maría está sufriendo una especie shock, pero no podría culparla. Ni en sus más locos sueños se imaginaría que escaparía del internado, una noche para irnos de fiesta a un club con chicos. El pelinegro acompañante de Nicolás, conduce como un desquiciado por lo que abrochamos nuestro cinturón de seguridad con fuerza. Aparca frente a una tienda que está por cerrar y nos bajamos corriendo, nos han dado una tarjeta de crédito para que compremos lo que deseáramos. Sonriendo como el gato de Alicia en el país de las maravillas, arrastró a María hasta la sección de vestidos, busco uno corto y muy ajustado al cuerpo para ella. Me mira con horror, pero terminó convenciéndola. Compro otro para mí en color n***o y unos tacones a juego. La encargada nos presta algo de maquillaje y estamos listas, radiantes y quién lo diría que, vestida de forma diferente, María es bastante atractiva y bonita. Es decir, escondía un cuerpazo en ese aburrido uniforme. Subimos al coche, las miradas, halagos y silbidos por parte de los chicos no se hace esperar, María se sonroja mientras yo les sonrió con picardía. —Pero ¡qué guapas! —halaga uno de los amigos de Nicolás. —¿Y qué esperabas? Somos sexys—respondo con suficiencia, guiñándole un ojo. —Para, para. Me pondré celoso, ¿eh? —me susurra en el oído Nicolás—, Mira, que esta noche tú eres mía. —¿Qué tan seguro estas de eso? —preguntó mirándolo con diversión, mientras muerdo mi labio inferior. —No me tientes, lindura—responde seductor en mi oreja, me rio con gracia. Ternurita. El coche se detiene nuevamente y veo un bar lleno de gente, música a todo volumen. Y muchas luces led encendidas, nos bajamos eufóricos y entramos al lugar. La música me envuelve enseguida, recordando mis viejos y buenos tiempos fiesteros junto a mis chicas. ¡Las extraño, joder! El olor a alcohol y tabaco inunda mi nariz, es justo lo que necesito. Nicolás se acerca a mí con un vaso de whiskey, me entrega uno y el otro se lo tiende a María quien por supuesto lo rechaza. —¿Qué? No me digas que vienes a una fiesta y no tomaras—la miro con los ojos entrecerrados—, ¡Vamos, María! ¡Comenzabas a caerme bien! —la animo un poco y funciona, acepta el vaso sonriente. —, ¡Esa es mi chica! ¡Muy bien! La noche estaba encendida, bailábamos en la pista al compás de la música. Por mucho que duela admitirlo, maría bailaba muy bien, lo mojigata era cosa del pasado. La chica que tenía enfrente de mi alcoholizada se movía como una prostituta de cuarta, arrebatada y agitando su cabeza, pidiendo más trago. ¡Jesús! ¿Dónde había quedado mi correcta y monja compañera de habitación? María se estaba bailando sobre una mesa y llamando la atención de todos. En respuesta, todos gritaba haciéndole barra, para que continuara bailando de esa forma. El pelinegro amigo de Nicolás, que no sabía su nombre. Estaba loco por ella y su encantador baile, mientras Nicolás se apegaba mucho más a mí, como si fuera posible, claro. Saque de mi sostén un cigarro y sorprendentemente Nicolás me ofreció un encendedor, aprovechando su cercanía, empezamos a bailar y a contornear nuestros cuerpos de lado a lado, mientras con mis manos acariciaba el torso de Nicolás, sus ojos irradiaban deseo y calentura. ¿Eso era todo? ¿Un simple baile bastaba para calentarlo? ¡Bah, novatos! Me gustaban los retos, los difíciles. Los chicos fáciles... Eran tan aburridos. —¿Qué dices si salimos de aquí? Vamos a la camioneta, solo tú y yo—susurró en mi oído. —Creo que eso no será posible, jovencito Fill—respondió por mí, una voz intimidante y ronca a mis espaldas. Jace me miraba de una forma intensa e intimidante mientras a Nicolás lo miraba retador. No puede ser... —¿Qué carajos haces aquí? —le pregunto mirándolo fijamente, viendo como sus ojos estaban al parecer de otro color, pero podría ser por el alcohol y el tabaco que lo veía rojos en lugar del color habitual. —¿No debería ser yo, el que haga esa pregunta? —me pregunta en un tono autoritario, todo dentro de mí tiembla y me doy cuenta de que María no está muy en sus cávales cuando en vez de asustarse al ver al profesor grita feliz—, ¿Tenías que atraer a María al pecado? No eres más que la serpiente del árbol de manzanas —me suelta y no puedo aguantar más y golpeo su mejilla lo más fuerte que puedo y agradezco tener anillos que intensifican el golpe. —¿Quién te crees que eres? No eres más que un profesor que se cree la gran cosa, no me importa si le dices a Patri o a mi padre, al salir de esa mierda de instituto sabía que no tenía nada que perder, y sigue siendo así. —grité furiosa—, Yo no he dado ningún voto religioso, ¡Soy libre de hacer con mi vida y mi v****a lo que quiera! No tengo nada que me impida saciar mis necesidades corporales. Deberías irte, acabas de espantar a mi conquista. —¿Hablas de Fill? —Si, me lo iba a follar hasta el cansancio, hasta que mis piernas temblaran. Justo en ese momento veo como se acerca hacía mi, tan cerca de mí que siento su respiración sobre mi nuca. —¿Qué te hace pensar que él puede ponerte a temblar? Si lo que quieres es alguien que sacie todas tus necesidades, no deberías buscar a un niño. Es en ese momento donde mi valentía desaparece y se ve sustituía por excitación. Siento que ardo, en muchas formas. Él consigue llevarme hasta el punto de poder correrme sin necesidad de que me toque. —Pruébalo —lo reto esperando que a pesar del montón de personas que nos rodean, me empotrara contra la pared y me follara hasta el cansancio. —No —me suelta haciéndome temblar—, No te lo mereces, lo máximo que puedes conseguir es que te follé la boca. Yo asiento, con ganas de dejarme guiar por la voz de mi conciencia que me pide a gritos acción. Pero para mi sorpresa, él me toma de las mejillas y las acaricia. —¿Cómo es que alguien con un rostro tan angelical y tan dulce tenga esos pensamientos tan oscuros y sea una gran fuente de pecado? —¡Guau! —exclamo—, Un profesor de religión hablando de que soy una pecadora y es él el que me hace tener malos pensamientos. Él me miro escasos segundos. Se acerca un poco a mí, pero a pesar de que no quisiese… retrocedo. —Vámonos, tal vez me lo piense estando en el instituto. Yo trago de forma pesada, viendo como Jace pasa a mi lado, ayuda a caminar a María, saca un par de dólares de su bolsillo y los tira a los pies de Nicolás. —Gracias por haberme invitado Nicolás —le digo dándole un beso en la mejilla de forma pausada. —Cuando quieras princesa, tú solo espérame, te prometo que nos vamos a divertir mucho la próxima vez, esta vez sin nuestras ropas y este tipejo. Escucho como Jace gruñe molesto. —Te estaré esperando, adiosito. El camino al internado fue silencioso y muy tenso, María estaba borracha y a punto de vomitar sobre mis preciosos zapatos. Con una mueca de asco giré su cabeza hacia el otro lado, Jace estaba muy furioso y se le notaba por la forma en la que apretaba su quijada. Me sentía como cuando mi padre me encontraba haciendo de las mías, se estacionó en frente de la verja por donde nos habíamos saltado y abrió la puerta, por suerte. No imaginaba ayudando a María a pasarse borracha por la altura, me dio una mirada fija con sus ojos entrecerrados. —Vayan a su habitación, hablaré contigo mañana, Aria—ordenó tajante—, Tengo cosas que hacer. —dijo por último subiendo a su camioneta y yéndose. Sin comprender a donde se iba mi querido profesor de religión, pase un brazo de María por mi nuca y la ayude a subir las escaleras hasta nuestra habitación. Por suerte las cámaras estaban apagadas, lo cual era raro. No podía creer que Jace haya arruinado mis planes con Nicolás, seguramente en estos momentos estaría siendo deliciosamente follada por ese bombón. Refunfuñando dejé a María en su cama y tomé una ducha corta, relajándome y apagando ese calor tentador que sentía en mi zona intima. A este paso volvería a ser virgen muy pronto, esperaba que mi segunda primera vez no fuera con un idiota. Cuando volví a la habitación y me coloque el pijama, me acosté por fin… mientras pensaba en Jace, me quede profundamente dormida. Al día siguiente, sonó la alarma horrorosa matutina. El sonido de un golpe seco contra el suelo, nos hizo sobresaltar a todas las presentes en la habitación, nos levantamos del susto y era la pobre María quien se había caído de narices al enredarse con sus propias sabanas. Estallé en risas, no podía creer que ella estuviera borracha ayer y ahora fingiera ser tan correcta como antes, me fulminó con la mirada y le di una sonrisa traviesa. —Buenos días, María—salude acercándome a ella—, ¿Qué tal dormiste ayer? —pregunte dándole una mirada irónica y cargada de sarcasmo. —Hola, Aria. —devolvió el saludo con su mirada entrecerrada—, Dormí de maravilla, ¿Y tú? —respondió siguiéndome el juego. —Súper bien, tuve un sueño bastante gracioso, ¿Sabes? Soñé que te emborrachabas y bailabas como una perra encima de una mesa. ¿Se te hace familiar? —respondí con picardía mientras la veía ruborizarse. —Qué raro tú soñando cosas pecaminosas—respondió defendiéndose, mientras Dana nos miraba atenta con cautela. —Son ideas mías, ¿O huele a vómito y alcohol? —preguntó Rebecca, arrugando su nariz. Uniéndose a la escena. —Nos pueden explicar, ¿Qué es esto? —pregunta Dana con nuestros vestidos y tacones de la noche anterior, abrí mucho mis ojos, ¡Mierda! Me había olvidado por completo de eliminar la evidencia. —¿Y por qué yo debería saberlo? —se excusa María. —, Saben que ella es la problemática y pecadora aquí. —¿En serio, María? ¿Mentirás para salvarte tu puto culo? —pregunto mirándola mal—, Dios sabe que lo haces, di la verdad. —¿De qué habla ella, María? —preguntó Dana. —No tengo idea, ya saben que es una mentirosa—se defiende, me indigno totalmente y sonrió con malicia. Quería dejarme mal delante de ellas y salvarse, pero no lo permitiría. —Está bien, no tengo por qué fingir ser lo que no soy. Orgullosa de ser una pecadora real, en un mundo de falsas santas —respondo—, Pero, su querida amiga María. Me acompañó a ayer a una fiesta y se emborrachó hasta más no poder, bailando sobre una mesa. Si no me creen, entonces, ¿Por qué hay dos vestidos y dos pares de tacones? Que yo sepa solo tengo dos manos y dos pies, además, huélanla ella es la que huele a vómito, pensé que le iba a dar un coma etílico. —Aria Johnson, es solicitada en la oficina de la directora—interrumpieron los altavoces, llamándome fuertemente—, Aria Johnson es solicitada en la oficina de la directora.
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