Era bien sabido para la alta sociedad de Italia que cuando los hermanos Cipriani festejaban su cumpleaños no escatimaban en gastos y los reporteros nunca faltaban. Y este año no sería la excepción, la recepción se llevaría a cabo en uno de sus lujosos hoteles en Milán. La familia Cipriani ya se encontraban en el hotel, faltaban tan sólo minutos para que ellos hicieran su acto de presencia en la fiesta, todos vestían ropas elegantes y su actitud fanfarrona no podría faltar, a excepción de Anna, ella seguía siendo amable y risueña, por mucho que intentaron, y en algún quiso, cambiar de actitud no pudo lograrlo. No estaba en ella sentirse superior a los demás ni mucho menos alardear de sus riquezas. Pero sus hijos habían adaptado la misma actitud de su padre, algo que ella siempre intentó