Para Damián era muy fácil mentir y engañar a muchas personas, decía tales mentiras como si estuviese diciendo la verdad, y el truco estaba en creerse la mentira para luego decirla. Pero en ese justo momento sentía que esta vez no lograría engañar a su padre, no cuando su mirada penetrante estaba puesta en sus ojos, casi parecía que se estaba adentrando en su ser cuando le veía de aquella forma. Se removió incómodo luego de unos minutos en silencio. —Y bien... ¿Qué tal Rusia? —preguntó mientras le daba un trago a su bebida. Damián se encogió de hombros, mantuvo su postura relajada al igual que su semblante. —Supongo que bien. —¿Supones? —preguntó extrañado. —Pues si, he estado tan sumergido en mi trabajo que he hecho tiempo para conocer la ciudad. Leandro se recostó sobre su asien