La pesada respiración del italiano resonó en la habitación, su cuerpo estaba sudoroso y su corazón no deja de latir a prisa. —Vístete y te largas —dijo mirando de reojo miró a la chica que yacía a su lado en la cama. Ella asintió pero no se movió, sus piernas temblaban y no era capaz de ponerse en pie. Damián se incorporó para ponerse su bóxer y buscó un cigarrillo y caminó hasta el balcón para fumárselo mientras observaba una parte de la ciudad. Esta última semana había sido muy estresante, la empresa por un lado y su padre, este último estaba muy enojado con lo sucedido, hacía unos días le llamó porque encontraron uno de sus descuartizado por los rusos. —Una semana, Damián, te doy una semana para que termines con todo y te regreses para Italia —le había dicho en tono demandante