Capítulo XXVI La cárcel de Marshalsea se queda huérfana Y llegó el día fijado para que el señor Dorrit y su familia dejaran la cárcel para siempre y las piedras del gastado pavimento no volvieran a saber de ellos. El lapso había sido corto, pero el anciano se había quejado de él amargamente, apremiando al señor Rugg por el retraso. Lo había tratado con arrogancia y había amenazado con contratar a otro. Le había exigido que no utilizara como excusa el lugar en el que lo había encontrado, no, señor, sino que hiciese su trabajo, y lo hiciese con presteza. Le había dicho que sabía bien cómo eran los agentes y abogados, y que no tenía la menor intención de someterse a sus imposiciones. Cuando el señor Rugg le explicó humildemente que hacía todo lo posible, en la medida de sus capacidades, la