Capítulo I Compañeros de viaje En otoño de aquel año, la Oscuridad y la Noche escalaban las crestas más altas de los Alpes. Era la época de la vendimia en los valles del lado suizo del paso del Gran San Bernardo y en las orillas del lago de Ginebra. El aire olía a uva recién recogida. Las cestas, cubas y tinajas llenas, que los vendimiadores habían ido acarreando todo el día por caminos y senderos, ocupaban las entradas mal iluminadas de las casas y obstruían las empinadas y estrechas calles de los pueblos. Por todas partes había racimos desgranados y aplastados. La campesina que regresaba trabajosamente a casa, cargada con una criatura sujeta con un trapo a la cadera, la acallaba con unas cuantas uvas cogidas al paso; el idiota, sentado bajo el alero de un chalé de madera, camino de la