Capítulo XXV El mayordomo principal deja su puesto La cena se celebró en casa del gran representante de la Medicina. La Abogacía había asistido, y en todo su esplendor. Ferdinand Barnacle había asistido, con sus modales más irresistibles. Pocos ámbitos de la vida humana le eran desconocidos a la Medicina, que frecuentaba lugares más oscuros que el Obispado. Había damas brillantes de todo Londres que adoraban a la Medicina, querida mía, el hombre más encantador y la persona más agradable, pero que, estando a su lado, se habrían llevado un buen susto si hubieran sabido qué imágenes habían contemplado esos ojos reflexivos un par de horas antes, y cerca de qué camas, y bajo qué techos, había rondado su figura circunspecta. Sí, la Medicina era un hombre circunspecto, que no se daba coba ni se