— Madame, soy un caballero… —Del cual me han llegado referencias muy poco halagüeñas —lo interrumpió la dama—, relacionadas con una cárcel francesa y una acusación de asesinato. Él le mandó un beso con su exagerada galantería y respondió: —Estoy al corriente. Lo sé. ¡Y dicen que maté a una dama! ¡Qué absurdo! ¡Qué increíble! En esa ocasión tuve el honor de obtener una gran victoria, y espero tener el mismo honor ahora. Le beso las manos, madame. Tal y como le decía, soy un caballero, que, cuando declara que va a dejar zanjado un asunto en una reunión, lo hace. Le anuncio que hemos llegado a la última reunión vinculada con el asuntillo que nos une. ¿Me hace usted el favor de escucharme y seguir mis razonamientos? La señora Clennam, sin despegar los ojos de él y con cara de pocos amigos,