Capítulo XXXII

3357 Palabras

Capítulo XXXII A las puertas Como Arthur seguía muy enfermo en Marshalsea y el señor Rugg no veía un resquicio en el firmamento de las leyes que permitiera albergar esperanzas de liberación, el señor Pancks no dejaba de reprocharse amargamente lo sucedido. Si no hubiera contado con las cifras indiscutibles que demostraban que Arthur, en lugar de consumirse en la cárcel, tendría que estar paseándose ahora en un coche de dos caballos, y que él mismo, en vez de disponer únicamente del salario semanal, tendría que verse en posesión de una cantidad de entre tres mil y cinco mil libras, seguramente el desgraciado matemático se habría metido en la cama y en ella se habría convertido en una de los cientos de personas anónimas que mueren con el rostro contra la pared, en un último sacrificio a la

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