—No, no —respondió Meagles—. Había pensado que, dada su bondad… —Creía que ya sabía usted que no es precisamente fácil despertar mi bondad. —No diga eso, no sea injusta consigo misma. Pero vayamos al grano. —Meagles se había percatado de que no conseguía nada con rodeos—. Me ha contado mi amigo Clennam, que ha estado muy enfermo y sigue estándolo, cosa de la que usted lamentará enterarse… Volvió a hacer una pausa, y ella volvió a quedarse callada. —Resulta que me ha contado que tuvo usted cierta relación con un tal Blandois, recientemente fallecido en Londres a raíz de un trágico accidente. ¡No me interprete mal! Sé que fue sólo una relación superficial —añadió Meagles, frenando hábilmente una airada interrupción que, según vio, estaba a punto de producirse—. Estoy plenamente al corrie