— Lo haré –susurro- ¡Lo haré! –repito más fuerte y decidida. Veo la sonrisa en el rostro de Maya al acomodar mi antifaz y camino para encontrarme con mi “admirador” rogando sea el mismo hombre al que dediqué mi baile. En la oscuridad del lugar, la elegante, amplia y bien iluminada barra me permite visualizar el rostro de las personas sentadas. El bartender con un impecable traje de etiqueta pone dos copas a la pareja más cercana, mientras continúa preparando dos bebidas más con una elegancia única. Miro a mi alrededor y las pocas mujeres visten tan elegante que me arrepiento de no haberme cambiado la vestimenta y ser el centro de atención; mis piernas se muestran a través de las grandes aberturas de la falda y mis pies aún están descalzos. ¡Pero no me quejaré! Y mucho menos ahora, al

