Capítulo 9.El gran dragón rojo.

1611 Palabras
(Al día siguiente….) Alana estaba lista para ir a sus entrenamientos cuando un guardia del emperador vino a su residencia y le dio una noticia que la hizo ponerse nerviosa. —¿Qué?, ¿Él emperador quiere verme?. —Así es señorita. —Pero…¿Qué debo de decirle?. —Usted no se preocupe por eso, no deberíamos de hacerlo esperar señorita—Dijo Laret. Desde que había llegado no había visto al emperador, ella sabía que él estaba gravemente enfermo, en los pasillos del palacio todos hablaban de que estaba agonizando y que su vida pendía de un hilo. Alana se alistó muy rápido con ayuda de Laret, tenía que estar presentable para ver a su majestad, fue guiada por el guardia y al llegar se sintió un poco intimidada. Había guardias cuidando la entrada, y médicos qué entraban y salían, tragó saliva y se preguntó, ¿Qué iba a decirle?. —Por aquí señorita por favor. Antes de entrar, Alana fue inspeccionada rápidamente, la dejaron pasar sola, la residencia del emperador era muy grande, había algunos adornos de oro y el piso de madera, estaba reluciente como si fuese nuevo. Caminó por una habitación, hasta que llegó a la habitación del emperador, hizo una reverencia, pues el emperador no estaba solo, la emperatriz estaba con él. —Larga vida al emperador— dijo Alana con las piernas temblándole. No podía ver a su majestad, pues él estaba en una cama rodeada de una fina tela dorada y transparente. —¿Es ella?—Preguntó una voz débil. —Es ella mi señor— dijo la emperatriz mientras veía a Alana. —Que se acerque. —Ya escuchaste, acércate, ven aquí—Dijo la emperatriz mientras miraba a Alana. Alana dio pasos pequeños hasta que llegó cerca de la emperatriz. —Los dejaré a solas, cuida de mi esposo. Alana hizo una reverencia y miró a la emperatriz marcharse, ella era muy aterradora igual que Kratos, y su aura, era de un color gris, eso significaba que sus acciones, tuvieron intenciones buenas como intenciones malas. En cambio, el aura del emperador, se estaba desvaneciendo poco a poco, apenas era perceptible para sus ojos, pero sin duda, era un aura blanca. —Déjame verte—dijo el emperador Moteo estirando su mano afuera de aquella fina tela. Alana se acercó a un más, hizo a un lado aquella tela, y sintió una presión en el pecho al verlo a los ojos, su piel estaba pálida, y sus labios morados, él sonrió apenas la vio y eso pareció dolerle. —Siempre…me pregunté como serías, eres mucho más hermosa de lo que imaginé. —No debería de esforzarse tanto majestad. —Dime…, ¿En verdad eres la hija de la Luna?, ¿Tienes…ese poder…del qué los sabios hablaron?. —Si mi señor. Él suspiró. —Me hubiese gustado que llegaras antes…, me… hubiese gustado ver mi nación…libre, pero al menos hay un poco de esperanza. —Daré mi mejor esfuerzo mi señor, lo prometo. El emperador la sujetó de la mano y Alana soltó algunas lágrimas, podía sentir como él dejaba este mundo, la calidez en su cuerpo se desvanecía poco a poco. —Cuida de mi hijo…cuida bien…de él…por-por favor… Alana miró un último destello salir del corazón del emperador, y de pronto, todo en él se apagó. Se tapó la boca y negó. —¿Mi señor?...mi señor…¡Ayuda!... Uno de los médicos se apresuró a entrar y a examinar su pulso, mientras que la emperatriz entró detrás de él. El doctor agachó la cabeza y negó. —El emperador, a muerto. Alana fue llevada a su residencia. —¿Se encuentra bien señorita?—Preguntó Laret un poco cabizbaja. —Si. Alana se preguntaba a quien se refería él emperador, el dijo: Cuida a mi hijo, ¿Por qué no había dicho hijos?. Se limpió las lágrimas y suspiró. Se preguntaba ¿Cómo estaba Kratos?, ¿Qué iba a pasar ahora?, ¿Cómo iba a estar al saber que su padre había fallecido?. Los días siguientes no hubo entrenamientos, todo fue caos en el palacio, hombres iban y venían, Mujan y Kratos estaban más ocupados qué nunca. Las ceremonias de velación fueron solo para la familia imperial, Alana no fue invitada, así que solo se mantenía en su residencia, había guardias en todo el palacio, gente muy importante llegó y las órdenes fueron claras, Alana no podía salir, ni recibir a nadie, había algunos curiosos que querían conocer a la chica de la profecía. —Escuché que pronto Mujan será nombrado nuevo emperador—Dijo Laret cuando llegó con información nueva. —¿De verdad?. —No hay tiempo que perder, muchos quieren ser el próximo emperador, los consejeros del palacio están en una disputa, algunos dicen que no es digno y otros lo apoyan. —¿Qué hay de Kratos?. —Él no ha dicho nada, pero si él se pone de lado de su hermano Mujan, sin duda los consejeros lo apoyarán, escuché que el príncipe Mujan teme que le quite el derecho al trono. —¿Kratos sería capaz?. —No lo sé señorita. —No lo creo, pero lo sabremos en los próximos días—Dijo Alana. Dos días después, Alana fue invitada a la ceremonia de cremación, se puso un hermoso vestido n***o y fue acompañada por Laret en todo momento, en el lugar había mujeres y hombres de la nobleza, y aunque era un día triste, nadie lloraba. Los ojos de Alana se pusieron cristalinos, no fue cercana al emperador, pero verlo en sus últimos momentos la ponía melancólica, cuando miró a Mujan llegar acompañado de su esposa, se sintió un poco avergonzada, pues la nueva emperatriz la odiaría seguro. Luego llegó Kratos, Alana esperaba verlo decaído, pero no, él se veía igual que siempre, con el ceño fruncido y tan intimidante como siempre, no lo había visto en días, y de pronto su corazón latió emocionado al verlo de nuevo. Cuando la ceremonia concluyó, Alana volvió a su residencia. —Por ahora no debería de salir señorita—Dijo Laret mientras le pelaba algunas nueces. —¿Por qué?. —La esposa y las concubinas del príncipe Mujan se sentirán las dueñas de este lugar, no querrá toparse con ellas. Alana asintió, de cualquier modo, ella no quería ser una esposa más de Mujan. Dos días después, Mujan fue nombrado emperador y Kratos fue nombrado sucesor al trono, pues Mujan aún no tenía herederos. Ninguna de sus esposas estaba embarazada. Y aunque Alana lo había visto bien, algo en su corazón no dejaba de preocuparla, así que una noche salió a escondidas y se dirigió a su residencia, estaba segura de que los guardias no la dejarían pasar, ella solo quería preguntar si él estaba bien. Llegó hasta uno de los guardias y sonrió con timidez. —Solo quería saber si él príncipe Kratos… —Puede pasar señorita—Dijo uno de los guardias. Alana se sorprendió, ahora que la dejaban pasar, no estaba segura de si quería verlo realmente, él la ponía muy nerviosa, ¿Qué iba decirle?. Entró sin darle tantas vueltas al asunto y llegó a un hermoso jardín, la casa de Kratos era enorme, mucho más grande que la de ella, los detalles eran mucho más finos, llegó a la entrada donde estaba el sirviente personal de Kratos, Franco hizo una reverencia al ver a la joven Alana y sonrió. —Señorita, bienvenida. —Yo…me preguntaba si él príncipe Kratos…¿Está bien?. Franco sonrió, se preguntaba así mismo si aquella bonita joven había logrado llamar la atención de su señor, no sería raro, Alana era hermosa. —Si, el señor está bien, ¿Quiere que le diga que vino a verlo?. —¡Oh no!— dijo Alana alzando sus manos para detener a Franco. —No es necesario, debe de estar muy ocupado…yo solo… Mientras tanto, Kratos estaba junto con uno de los generales del ejército y uno de los magos de clase cinco, algunos Yaruk habían traspasado las fronteras, y con la muerte del emperador, no podían bajar la guardia, la seguridad del imperio dependía de Kratos, no tenía tiempo para llorar o sentirse mal. De pronto, Kratos se tensó al oler aquel aroma a rosas y miel, sin duda estaba seguro de que era Alana, no la había visto en días, no había tenido tiempo de ir a ver como estaba, pero los guardias la vigilaban y le informaban todo lo que ella hacía y como estaba. ¿Acaso ella había venido?, era evidente que sí, de lo contrario aquella fragancia no estaría alterándolo de aquel modo, se preguntaba si otros magos sentían lo mismo que él. —¿Hueles eso?. El otro mago presente, negó. —No mi señor, no huelo nada. Kratos asintió, se alegraba de escuchar eso, que solo él se enloquecía por ella. —¡Franco!. Franco pegó un salto y miró a Alana. —No se vaya señorita. —Entró a toda prisa y miró a su señor. —¿Qué necesita mi señor?. —¿La señorita Alana vino?. —Si, esta afuera. —¿Ella está bien?—Preguntó Kratos. —Si, ella solo vino a ver como estaba usted. Kratos asintió. —Denme un momento, ahora vuelvo—Dijo poniéndose de pie. Alana quería irse, se sintió un poco tonta de haber ido, después de todo era Kratos, el gran mago clase 6, el héroe de Jade, el gran dragón rojo, por supuesto que estaba bien, había peleado con bestias. Dio media vuelta, lista para irse, y de pronto, sintió un escalofrío. —¿Estaba buscándome?.
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