Capítulo 8. Tú dulce aroma.

1247 Palabras
—¡Vaya señorita!. Los ojos de Laret brillaban con asombro mientras veía la mesa llena de postres de manzana y fresas, y aquel vino recién hecho, que sabía realmente delicioso. —No sabía que era tan buena en la cocina—Dijo Laret muy fascinada. —Sin duda al príncipe Kratos le gustará mucho este presente. —¿En verdad lo crees?—Preguntó Alana con cierta duda. —Tal vez lo tire a la basura—dijo sintiendo un poco de inseguridad, siendo Kratos alguien de la realeza, estaba rodeado de cosas realmente finas y de buen gusto. —Esperemos que él reciba su regalo y pueda disfrutar de todo esto, se ha esforzado tanto señorita, si él no lo acepta, será un desalmado. Alana se apresuró a servir el vino en una botella de vidrio, la tapó muy bien y le puso un hermoso listón rojo que ella usaba para su cabello, la metió dentro de una canasta junto con algunos postres y se dispuso a ir en busca del príncipe. Laret sonreía mientras seguía a Alana, Alana tenía esa energía tan agradable qué contagiaba a las personas, no era igual a las damas de alto rango, ella no era caprichosa, ni exigente, era amable y agradecida, tal vez fue porque nació en un lugar humilde, pero aun así, Alana era tan bonita y delicada que parecía la hija de un noble. Sin duda, Laret estaba feliz de servirle a ella, nunca antes le gustó tanto servirle a alguien dentro del palacio. Caminaron por el palacio hasta llegar a la residencia del príncipe Kratos, y de pronto, dos guardias les impidieron el paso, Alana se sobresaltó un poco y se detuvo en seco. —La señorita Alana le trae un regalo al príncipe Kratos— Informó Laret. —Lo lamento, pero nadie tiene permiso de pasar, pero, denme el paquete y yo se lo daré personalmente al príncipe. Alana se sintió un poco desdichada, quería dárselo ella misma y ver su reacción, ¿A él le gustaría recibir este tipo de cosas o no?, tal vez lo tiraría a la basura, pensándolo bien, era mejor no verlo, le daría mucha vergüenza. —Pero ella no es cualquier persona, es la hija de la Luna, es Alana— dijo Laret sintiendo que no era justo. Los guardias se negaron aun sabiendo eso. —Está bien, entonces podrían darle esto, por favor— pidió Alana y les entregó la canasta. Los guardias asintieron y uno de ellos se fue para entregar el paquete. —Hay que irnos Laret—Dijo Alana dando media vuelta. —Si señorita. Sin más que hacer, Alana volvió a su residencia. Mientras tanto, Kratos estaba en su residencia, sentado detrás de un escritorio, revisaba las cuentas del último mes, y algunas peticiones de los comerciantes, cuando su sirviente personal interrumpió. —Señor…. —Te dije que no quería interrupciones—Dijo Kratos de modo frívolo, sin siquiera voltear a verlo. —Lo siento mi señor, una de las damas le ha traído un presente. Kratos alzó la vista y miró la canasta, usualmente las damas de alto rango invitadas al palacio rosa, enviaban cosas como esa, todas estaban en aquel lugar con la esperanza de conocerlo y de casarse con él, eran invitadas por la misma emperatriz, así que no había nada que Kratos pudiera hacer para alejarlas, regresó su vista a su trabajo y bufó. —Tíralo, no lo quiero. Franco, el sirviente de Kratos se sorprendió mucho, despreciaba aquel regalo, él mismo lo había inspeccionado, postres deliciosos y vino, uno de sus favoritos. —¿Qué le digo a la señorita Alana?. Kratos alzó la vista y frunció el ceño. —¿Alana?. —Si mi señor, fue ella quien lo trajo. —¿Aun esta aquí?—Preguntó él poniéndose de pie. Franco se quedó un poco confundido, pero no tardó en entender lo que ocurría. —Ya se ha ido, debido a las órdenes de los guardias de no dejar pasar a nadie. —¿Qué fue lo que ella dijo?—Preguntó Kratos mientras se acercaba a ver el regalo. —Solo dijo que era para usted—dijo Franco mientras dejaba la canasta sobre una mesa de madera fina. —La próxima vez que ella venga a verme, déjenla pasar, solo a ella—Ordenó Kratos. —Si señor, con permiso—Dijo Franco para después salir. Lo primero que Kratos sacó, fue la botella de Vino, la destapó para olerla y sintió una punzada en el estómago, olía bastante bien, y no había tenido tiempo de comer nada, quitó el listón de la botella, aquel listón tenía el aroma de Alana, lo enrolló en su muñeca y lo amarró como si fuese una pulsera. Bebió un poco y se fue a sentar en una silla. “Ella está llena de sorpresas”. Sonrió y dio un trago más. ………. Alana estaba sentada en el jardín, admirando la belleza del cielo nocturno, cada que veía la Luna se sentía acompañada, se sentía feliz y hoy la Luna brillaba mucho. —Señorita ya es muy noche, debería de entrar, puede enfermarse—Dijo Laret. —Me quedaré solo un momento más, ya puedes ir a dormir. —No podré dormir sabiendo que esta aquí afuera— dijo Laret un poco angustiada. —Estoy bien, de verdad, me gusta ver el cielo, me hace sentir en casa. Laret asintió, le trajo una manta y la dejó sola, Alana estuvo un buen rato afuera, hasta que sus ojos se cerraron por el cansancio. Mientras tanto, Kratos deambulaba por el lugar, aunque el palacio era muy seguro, él no se sentía tranquilo, pasó junto a la residencia de Alana y un olor realmente exquisito llegó a su nariz, haciendo que su piel se erizara y su cuerpo se tensara ligeramente. “No lo hagas”. Dio unos pasos y se detuvo en seco, regresó a regañadientes y saltó la barda sin mucho esfuerzo, cayendo en el jardín de Alana, aquel dulce aroma provenía de ella, estaba en el jardín, acostada en una silla. “¿Qué hace aquí afuera?”. Kratos se acercó en silencio y la contempló a detalle, ella era perfecta, su nariz perfilada y sus labios rojos, su piel blanca y sus mejillas ligeramente sonrojadas, lo que su hermano dijo era verdad, ella era una hermosa flor. ¿Cómo podía ser tan perfecta?. Se acercó a ella y se embriagó de su dulce aroma, ese olor qué lo enloquecía como a una bestia desde el primer día, acarició su piel suave y sin poder detenerse, se acercó para besarla en los labios, tocó los labios de ella con los suyos, un roce suave y gentil, se alejó un poco y sintió qué él corazón se le salía del pecho, ella se quejó un poco y se removió. “Es suficiente, solo déjala”. Kratos dio media vuelta, estaba listo para irse. —Kratos…. Se detuvo en seco y se giró para verla, estaba listo para disculparse e inventar una buena excusa, pero no iba a ser necesario, ella seguía dormida. —Mmm…Kratos…mmm… “¿Así que sueñas conmigo?, espero que no sea una pesadilla”. Se acercó a ella de nuevo y la tomó en brazos, la llevó adentro y la dejó en su cama, la arropó bien y se apresuró a salir. En realidad, ella, tenía el sueño muy pesado.
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