Capítulo 7. Un regalo.

1733 Palabras
Kratos bajó a la chica y ella hizo una reverencia, totalmente avergonzada, apenas pudo lanzarle una mirada rápida al imponente hombre delante de ella. —¿Estás bien?—Preguntó él, un poco asombrado por la situación, el poder que Alana tenía, era inigualable, no se había dado cuanta hasta esta noche, que Alana también podía ser destrucción, no para los demás, si no para ella misma. —¿Qué hace aquí mi señor?—Preguntó Alana mientras frotaba ambas manos al sentir un poco de frío. “Mi señor”, aquellas palabras nunca antes habían desequilibrado tanto a Kratos, tal vez era por el tiempo que pasaba lejos, tal vez era porque últimamente se sentía demasiado solo, o tal vez, era porque no dejaba de pensar en ella. —Estaba por aquí y miré un destello, estabas dormida y no respondías a mi llamado, ¿Segura que te encuentras bien?, parecía que tenías una pesadilla. Alana asintió, sus ojos se pusieron cristalinos y agachó la cabeza. —Lo siento. Kratos la miró detenidamente. —No te disculpes, no has hecho nada malo, el miedo no es malo, esta bien que lo tengas, pero no dejes que te domine, solo tu decides hasta donde lo dejas invadirte, no lo olvides. Alana alzó el rostro y lo miró, su sueño se sintió tan real qué se alegraba mucho de ver que él estaba sano y salvo. —Me alegra que haya vuelto, me refiero a que…, me alegra que haya vuelto sano y salvo. Kratos se acercó a ella y limpió las lágrimas qué recorrían sus mejillas, tocar su piel fue algo fascinante. —Si sigues llorando, tendré que abrazarte hasta que dejes de respirar. Alana sonrió. —No lloraré más. —Trata de dormir y deja de preocuparte, soy yo quien debe de cuidar de ti y no al revés, ¿Entendiste?— dijo Kratos y dio media vuelta, estar cerca de ella, lo volvía un hombre peligroso. —¡Mi señor!...¿De verdad está bien?. Kratos la miró y asintió. Alana se quedó más tranquila, lo miró salir y se sentó en la cama, se sujetó el pecho y sonrió, de pronto su sonrisa se borró, ¿Por qué sonreía?, era la primera vez que lo hacía desde que había llegado a este lugar. Trató de ya no pensar en nada y solo se volvió a acostar. A la mañana siguiente, Alana fue como de costumbre a sus entrenamientos, no estaba muy segura de cuál iba a ser su papel en toda aquella situación, pero si sabía que mucha gente dependía de ella y de su esfuerzo. Al llegar al lugar, se sonrojó de inmediato al ver al príncipe Kratos preparándose, su corazón latió demasiado rápido, aún no entendía qué le pasaba, debió ser por el encuentro repentino qué tuvieron, se acercó con lentitud e hizo una reverencia. —Buen día mi señor. —¿Estás lista para entrenar?. Alana asintió, él actuaba de un modo distante y frío, pero sus palabras de anoche parecieron gentiles, ella sintió qué tal vez podrían llegar a ser amigos, ahora le parecía ridículo pensar en eso, él era un general y pertenecía a la realeza, ¿Por qué alguien como él querría tener una amiga como ella?, simplemente ridículo. —¿Has entrenado con armas?—Preguntó Kratos mirándola de reojo. —El señor Argón dice que primero debo de aprender a moverme. —Si, pero es importante que conozcas el peso de tus armas, una espada sería demasiado pesada para ti, eres pequeña, toma esta. Alana sujetó la pequeña espada qué Kratos sacó de su espalda, brillaba como si fuese nueva, tenía la insignia del dragón grabada en el puño y unas letras gravadas en el recazo. No pesaba mucho, así que Alana podía sujetarla firmemente. —Muy bien, ¿Estas lista?. Alama asintió. —Veamos que has aprendido. Alana no lo pensó y atacó a Kratos, para Kratos fue sorprendente ver lo mucho que había avanzado, sus movimientos mejoraron, pero aún le faltaba mucho que aprender. La esquivó y la abrazó por la espalda, Alana se quedó congelada, y aunque quisiera moverse, era imposible. Kratos quedó tan cerca de ella que apenas y podía razonar con claridad, desde que la vio, tuvo muchas ganas de abrazarla y sentirla respirar contra su pecho, era extraño, sentía que había esperado algo por mucho tiempo y ella parecía tener lo que él tanto anhelaba. —Lo haces bien, levanta un poco tu brazo…—Kratos levantó la mano de Alana. —Justo así. La soltó y trató de calmar sus impulsos. Mientras que la chica trató de recuperar el aliento. “¿Por qué siento esto?” se preguntaba Alana mientras trataba de enfocarse en las órdenes qué Kratos le daba. Él parecía concentrado en enseñarle, y ella no podía dejar de ver sus labios y sus hermosos ojos. Al terminar de entrenar, Alana le devolvió su espada. —Quédatela, ahora es tuya—Dijo Kratos. —¿De verdad?—Preguntó Alana un poco sorprendida. —Si, solo cuídala bien. Alana asintió, este sin duda era el regalo más caro que alguien le había dado. —Mañana no vengas a entrenar, te has esforzado mucho, así que tómate el día libre. Los ojos de la chica brillaron al escuchar aquello, desde su llegada al palacio todo fue entrenar y estudiar, estaba agotada. —¿Puedo ir a ver a mis tíos?—Preguntó con emoción. —Lo siento, salir ahora es riesgoso, tal vez más adelante, prometo llevarte yo mismo. —Entiendo. —Puedes recorrer el jardín del lado norte del palacio, le pediré a un guardia qué te acompañe, él te dirá en que áreas puedes estar y en cuáles no. —Gracias mi señor. —Mi nombre es Kratos, llámame así cuando estemos solos y yo te llamaré Alana. —Está bien— dijo Alana tratando de no sonrojarse, dio media vuelta. —¿Alana?. La chica sintió como su corazón se detuvo de golpe, se giró con lentitud y lo miró a los ojos. —Si. —Ten cuidado de con quien hablas dentro del palacio, la mayoría de las personas aquí, nunca muestran su verdadera cara—Dijo Kratos. —¿Y usted?, ¿También debería de cuidarme de usted?. —Especialmente de mi. Alana sonrió. —Creeré en todo lo que usted me diga, siempre. Dicho aquello, la chica continuó su camino. “Sin duda no es igual a todas las damas qué conozco”. Esa misma noche, Alana estaba muy pensativa en el jardín de su casa, Laret se acercó y la contempló con curiosidad. —¿Le preocupa algo?. —Tú…¿Tu conoces al príncipe Kratos?, me refiero a que…¿Sabes que le gusta?. Laret se llevó un dedo al mentón y pensó detenidamente. —Trabajé un tiempo para su majestad, aunque nunca fue directamente, el señor cada que llegaba al palacio, pedía vino y algo de fruta…mmm, ¿Planea darle algo?. —¿Vino?, ¿Qué tipo de vino?. —No estoy segura, puedo preguntar si usted quiere. Alana sonrió. —Quiero darle algo…en agradecimiento claro, por las lecciones qué me ha dado, además en dos semanas más se celebrarán sus victorias, y muchas doncellas van a regalarle cosas, quiero ser la primera. Laret sonrió con emoción, podía ver en los ojos de la joven una pizca de amor, aunque temía que la decepción vendría después, Kratos no quería a nadie. —Le ayudaré en lo que usted me pida, pero tiene que saber, que él señor jamás recibe los regalos de otras damas. —¿A que te refieres?. —En el palacio rosa, se hospedan las damas de altos rangos qué son invitadas por la emperatriz, se dice que es por mera compañía a su señoría, pero todos saben que esas mujeres están aquí por que él príncipe debe elegir una mujer para casarse, todos esperan ver algún heredero del gran dragón rojo, esas damas hacen de todo para tener un poco de atención del príncipe Kratos, pero él las a rechazado a todas. —Ya veo, yo no quiero conquistar su corazón, solo en agradecimiento, así que tengo que hacer esto. Laret asintió. A la mañana siguiente después del desayuno, Alana le ordenó a Laret qué trajera un poco de manzanas, la chica estuvo todo el día haciendo un poco de vino de manzana, y haciendo algunos postres. Mientras tanto, Kratos atendía algunos asuntos con su hermano, la salud del emperador empeoraba con cada segundo y ambos estaban ocupándose de todos los asuntos pendientes. —Kratos, ¿Puedo pedirte algo?—Preguntó Mujan mientras revisaba unos documentos. —Si es algo que puedo darte, te lo daré. Mujan sonrió. —No te enamores de Alana. Kratos miró a su hermano un poco confundido. —¿Y eso a que viene?. —Conoces la profecía, Alana será mi emperatriz en un futuro, y ella me gusta mucho, no quisiera discutir contigo debido a una mujer. —¿No tienes ya suficientes mujeres en tu harem?. —Y ningún hijo, se que ella va a darme muchos, estoy seguro que es la razón de que ninguna de mis esposas ha quedado embarazada. Kratos nunca se sintió tan molesto por algunas palabras de su hermano. —¿Y ella quiere eso?, no es una dama cualquiera a la que puedas obligar a estar contigo. —No podrá rechazarme, sé que yo le gusto. Kratos se puso de pie. —No sé porque me pides esto, es ridículo. —Nunca te quedas tanto en el palacio, la última vez solo te quedaste un día, pero desde que ella llegó, parece que ya no cuentas las horas por volver a la batalla, te has quedado más tiempo, me preguntaba ¿Por que?. —Solo quiero que ella esté lista, no debería preocuparte el corazón de una joven, no cuando él emperador agoniza y tu nación está en riesgo, tus prioridades y las mías son diferentes, lo que me pides es ridículo, tan solo un capricho tuyo, como sea, solo para que te quedes tranquilo, no voy a quitártela— dijo Kratos para después marcharse. Mujan solo miró a su hermano, sin duda Kratos se había molestado, solo esperaba que fuera verdad lo que decía, y que la chica no le interesara ni un poco.
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