18 años después…
—¡Alana, date prisa!.
—Ya voy tía.
La joven Alana estaba emocionada, pues hoy por primera vez iría al palacio de Jade, su tía llevaría unas telas qué fueron encargadas por la misma emperatriz, muy pocas personas tenían el permiso de entrar al palacio, por tal motivo, Alana tenía que comportarse a la altura.
Estaba nerviosa y emocionada.
—No mires a la emperatriz a los ojos, ¿Entiendes?—Preguntó su tía mientras las telas y el carruaje eran examinandos por los guardias del palacio.
—Si, entiendo.
Mientras tanto, en el palacio, la emperatriz bebía un poco de té, estaba en su salón, junto con dos de las doncellas más bellas, ambas doncellas podían ser elegidas por el príncipe Kratos, así que ambas debian pelear por ganarse el corazón del príncipe y un anhelado lugar en el palacio.
Mientras tanto, Kratos recién llegaba de una revisión exhaustiva en el frente de batalla, era alto y fornido, de cabellera espesa y negr*a, en su rostro nunca había expresión alguna, por tal motivo, era aterrador y difícil saber en lo que pensaba, nadie se atrevía a meterse en su camino, usaba el emblema del dragón, así que era conocido como él dragón rojo.
Ya era un hombre adulto, las doncellas estaban desesperadas por ser elegidas por él, pero a Kratos no parecía importarle nada que no fuera la guerra.
—Mi señora, el príncipe Kratos esta aquí.
La emperatriz sintió qué su corazón latió con fuerza, amaba ver a su hijo, en especial porque era muy raro verlo por el palacio, apenas se quedaba unas noches y se volvía a ir, siempre se angustiaba y pensaba lo peor, pero Kratos había demostrado ser valiente y fuerte, siempre volvía a casa, y eso era una victoria para todos.
Al verlo entrar a su salón, la emperatriz no pudo evitar ponerse de pie, su hijo imponía, su sola presencia hacia que todos se encogieran, su mirada penetrante podía hacer temblar a cualquiera, traía puesto el uniforme qué solo usaban los generales, una armadura de cuero negr*o adornada con oro y plata, junto con una capa roja sujeta con broches de oro, lo que lo hacía resaltar más y dejaba en claro que pertenecía a la realeza.
Kratos poseía la piedra del fuego, una piedra qué lo hacía controlar el fuego a su antojo, así que la había mandado incrustar en un anillo de plata qué siempre portaba en su dedo índice.
—¡Hijo mío!.
Kratos se detuvo frente a su madre e hizo una reverencia.
—Larga vida a la emperatriz— Dijo con respeto.
Su madre no pudo contenerse más y se acercó a él para abrazarlo. —Me alegra tanto verte.
—¿Cómo has estado madre?—Preguntó Kratos sosteniéndola en sus brazos tan toscos.
—Hay tanto que contarte, ¿Cómo has estado?, ¿Te has alimentado bien?.
—¿Dónde está el emperador?, tengo asuntos que tratar con él— dijo Kratos ignorando las preguntas de su madre y alejándola con gentileza.
La emperatriz, ya no se sentía ofendida con su frialdad, ya estaba acostumbrada a que su hijo fuera de ese modo, no podía hacer nada al respecto, ni tampoco podía culparlo.
—Está en sus aposentos, tienes que saber algo…
Kratos fue a los aposentos de su padre, el emperador estaba enfermo, se veía grave, la emperatriz apenas lo vio empezó a sollozar.
—Hijo…estas aquí— dijo él emperador Moteo muy feliz de ver a su hijo, lamentaba haberle dado aquel destino tan cruel a su pequeño hijo, y verlo ahora convertido en todo un hombre, lo hacía reflexionar sobre lo malo que había sido con su propia sangre, ser el emperador, nunca fue fácil.
—Larga vida al emperador— dijo Kratos e hizo una reverencia.
—Déjame verte, ¿Cómo es que cada vez te vez mas intimidante?—Preguntó él emperador mientras veía a Kratos.
Kratos se acercó a su padre y lo examinó, era raro ver al emperador postrado en una cama, estuvo fuera tanto tiempo que le sorprendió un poco verlo en ese estado tan decadente.
—Estoy tranquilo al saber que tu…estas al frente de nuestras tropas—Dijo él emperador.
—Descansa padre, yo me encargo de todo— dijo Kratos tratando de no molestarlo más, era evidente que estaba indispuesto.
—Kratos…— Lo detuvo su padre. —Yo hubiera deseado qué tu fueras mi sucesor…pero él emperador no puede ser enviado a la guerra, lo sabes…¿Verdad?.
—Lo sé, confía en mí hermano, él será un buen emperador, al igual que tu.
Mientras tanto Mujan, el segundo hijo del emperador, disfrutaba de una de sus concubinas, el placer de las mujeres era algo que le gustaba mucho, en su harem ya tenía a más de tres esposas y su primera esposa tenía que soportarlo.
—Mi señor…
—¿Qué no vez que estoy ocupado?—Preguntó Mujan un poco molesto de ser interrumpido.
—Su hermano Kratos esta aquí— dijo uno de los sirvientes.
Mujan abrió los ojos de golpe y se puso de pie de inmediato.
En otra parte del palacio, Alana seguía a su tía, tenían que darle las telas echas de seda a la sirvienta de la emperatriz, sería mucha suerte si lograba ver a su majestad, pero no importaba, ver el palacio era un deleite.
Los ojos de Alana brillaban con emoción, ella nunca antes había visto tanta elegancia.
Los cerezos adornaban el lugar, el aroma a jazmines se extendía en el aire de un modo muy agradable, el lugar era único, el palacio era enorme, los jardines eran magníficos, Alana estaba emocionada al igual que su tía.
—¡Oh cielo santo!.
—¿Qué ocurre tía?—Preguntó Alana al ver la angustia repentina de su tía.
—Olvide la tela rojiza.
Alana miró las telas, si, se habían olvidado de la tela roja —Puedo ir por ella.
El hombre que las escoltaba le hizo señas a otro de los escoltas. —Acompáñala.
—No tardes Alana— dijo su tía sintiéndose un poco tonta, ¿Cómo había olvidado aquella tela?.
—Si tía.
Alana casi corrió hasta el carruaje, recogió la tela y caminó de regreso, trataba de apurarse y mientras se dirigía al salón donde sería la entrega, justo al dar la vuelta en uno de los pasillos, chocó con algo realmente duro.
Debido a aquel impacto, Alana soltó la tela y esta calló al suelo, se apresuró a levantarla, pero un viento sumamente extraño hizo a la tela volar hasta que cayó en un estanque.
—¡No!—Gritó Alana mientras veía su tela hundirse lentamente en la cristalina agua.
—¿Tú quién eres?.