Me remuevo entre las cálidas sabanas y suspiro gustosa cuando me estiro y abro un poco los ojos para ver cómo la luz suave del sol se filtra a través de las cortinas, pintando el cuarto de tonos dorados. Ruedo hacia el otro lado para encontrar el espacio vacío. Me quedo unos segundos quieta mientras los recuerdos de la noche anterior llegan a mí. De forma inconsciente, mi mano acaricia el lugar donde se acostó Raphael que se encuentra frío, lo que me dice que se fue hace un rato. Una parte de mí se siente aliviada y la otra… bueno, prefiero no pensar en eso. Me pongo de pie y entro al vestidor, recojo la ropa húmeda que dejé anoche en el piso, y la arrojo al cesto de ropa sucia. Continuo mi camino al baño donde, después de asearme, cepillarme los dientes e intentar arreglar un poco el nid