Mi mente divaga en lo ocurrido más temprano con Raphael mientras subo las escalares que dan al departamento de mi madre y debo admitir que no esperaba que eso ocurriera. Sé que debí salir de ahí antes de que las cosas escalaran un nuevo nivel. Pero no; en cambio, ahí estaba yo, dispuesta a su asalto y devolviendo de una forma u otra la atención. Aún puedo sentir sus labios sobre mi piel, sus manos sobre mi cuerpo, sus dedos entre mis piernas. ¡Ya basta! Me regaño mentalmente por permitirme pensar en él. «¡Dios! Debo tener un enorme cartel en la frente que dice en letras rojas “estúpida”». Sin embargo, no todo estaba perdido porque encontré algo más que no esperaba. Las fotografías de ambos y lo más curioso, «¿Por qué estaban en una caja al fondo de un vestidor?» Eso, es lo más curioso, es