Deseosa y con premura entramos a mi habitación. Raphael cierra la puerta con el pie antes de tomar asiento en la cama conmigo aún encima; sus manos recorren mi piel con desespero. Es como si no pudiéramos quitarnos las manos de encima lo suficientemente rápido. Me besa con firmeza, sosteniéndome contra su cuerpo duro. me abro ante él y siento cómo la adrenalina se dispara combatiendo ese pequeño sentimiento de miedo que me produce estar entre sus manos. Había luchado contra la atracción y el deseo, pero ya estoy cansada de todo. Solo quiero sentir y entregarme al placer. Mis manos tiran de la americana y de su camisa mientras sus manos acunan y estrujan mi trasero arrancando un gemido que brota desde el fondo de mi garganta. La forma tan íntima y codiciosa en la que me toca hace que me de