El trayecto es corto, menos de dos horas, aunque noto a Theo un poco inquieto y realmente me extraña, es raro verlo así. —¿Qué te pasa? —le pregunto presionando su mano. —Estoy nervioso —responde con seriedad. —¿Por qué? —indago. —No sé si es buena idea lo de este viaje. —¿A qué te refieres? —lo interrogo confundida. —Te voy a explicar y prométeme que si no te parece una buena idea, me lo dirás y regresaremos a la ciudad. —Me estás asustando —le digo preocupada. —Como te había comentado, mamá Silvya vivía en Georgia y después de quedarme solo con los niños, se mudó a vivir conmigo, desde entonces hacemos lo posible por viajar a su casa algunas veces al año. Ayer, que hablé con tu padre y me comentó que le gustaría que salieras de la ciudad, se me ocurrió que era un buen momento par