—¿Puedo hablar con usted Demaryius? —le pregunta mi padre antes de que se vaya. —Por supuesto —responde. —Theo —lo llamo. —¿Sí? —se da la vuelta para mirarme de nuevo. —Gracias por salvarme la vida —le digo y me mira de esa manera que me impone tanto, parece que quisiera decirme algo, pero se queda en silencio mirando a todos a nuestro alrededor. —No tiene nada que agradecer señorita Lawrence —responde formal y se va. —Voy a preparar té para todos —anuncia mi madre—. Lo necesitamos. —Te ama —murmura Jen cerca de mi oído. —No digas tonterías —lo regaño. —Ni siquiera Renato, que dice amarme con locura, me ha mirado así en alguna ocasión —sisea. Mi madre regresa con una bandeja llena de tazas y me entrega una. —Es un té relajante —comenta mi madre, es probable que te dé sueño.