5.- La peor vergüenza

2105 Palabras
Estoy concentrada leyendo las notas de un caso cuando entra Jen. —¿No piensas comer? —me pregunta exasperado. Miro el reloj y me doy cuenta que es muy tarde. —¿Tú ya saliste a comer? —cuestiono. —No, mi jefa me tiene trabajando sin descanso y mi brillo se consume por falta de alimentos —bromea exagerado. —Ordena algo, no tengo ánimos de salir después de lo que pasó está mañana y tengo demasiado trabajo. Jen mira a Theo y él asiente. —Me parece que es lo mejor, por ahora —confirma. —Está bien, ordenaré algo, pero comemos sin trabajar, por favor —me ruega. —Sí, pero, mientras llega la comida, puedo avanzar. Jen se va y Theo saca su teléfono, parece que recibió un mensaje y sonríe mientras lo ve, responde algo y vuelve a guardarlo. He notado que cada cierto tiempo, sale unos minutos a hacer una llamada, tal vez se reporta con alguien; a veces las parejas son demasiado unidas y no pueden estar sin enviarse mensajes o sin llamarse, en fin, ni siquiera sé si es casado o no, mi padre fue quién lo contrató. —La comida llegó —anuncia Jen entrando a mi oficina a los pocos minutos con algunas cajas—. Ordené comida italiana. —Perfecto —digo abriendo la caja con mi comida, siento que el estómago hace un ruido extraño ante el delicioso aroma. No me gusta pasar hambre, pero si estoy trabajando me olvido de todo. —Esta es para ti, Theo —dice entregándole la comida y Theo de inmediato niega con la cabeza. —No, no es necesario. —¡Ay por favor! no creo que ese cuerpo que tienes sea por aguantar el hambre, además tienes que tener fuerza para defender a Chloe, no queremos un guardaespaldas que se desmaye por desnutrición al final del día. Logro ver un atisbo de sonrisa en los labios de Theo y toma la comida. —Gracias, viéndolo así, creo que tienes razón —confirma. Jen sonríe orgulloso como si acabara de ganar un enorme premio. Empezamos a comer y Jen no le quita los ojos de encima a Theo. —Jen —intento llamar su atención. —¿Sí? —dice babeando y no precisamente por la comida. —Estoy aquí —digo y por fin me mira. Le hago señas para que deje de mirar a Theo. —¿Revisaste mi agenda para esta semana? —le pregunto para distraerlo. —Sí, y por cierto, ví que el próximo mes tienes la exposición de Alessandra Montiel ¿vas a ir? —indaga. —Claro —afirmo. —Me encantaría ir, me muero por ver esas fotografías de Escocia. —¿Por qué no me acompañas? —propongo. —No puedo, es un viernes y esos días, por la noche, Renato tiene reuniones con sus amigos y si falto a una, se pondrá peor, de por sí está insoportable. —Bueno, puedes ir otro día, la exposición estará por algunas semanas. —Sí, no me la pienso perder, he escuchado muy buenos comentarios de la exposición y de los escoceses que salen en las fotografías. —¿No puedes pensar en otra cosa? —reprocho. —Pensar en fotografías increíbles ¿es malo? —pregunta haciéndose el desentendido. Muevo la cabeza negando. —Alessandra Montiel es muy buena fotógrafa, te aseguro que no te vas a arrepentir de ir y no solo por los escoceses —aseguro. —¿La conoces? —me interroga. —Por supuesto, ella me hizo las fotos cuando tomé mi cargo como fiscal. —Vaya, aunque tengo entendido que ya no se apellida Montiel ¿o sí? —cuestiona. —Se casó, pero en las exposiciones no usa el apellido de su esposo, sigue siendo Montiel. —Yo sí me cambiaría el apellido cuando me casara —menciona. —Yo no, me gusta Lawrence —digo orgullosa—. Aunque por suerte, no pienso casarme y no me veré en la disyuntiva de cambiar mi apellido. —¿Y piensas ir sola a la exposición? —cuestiona mirando de nuevo a Theo. —Renato tiene razón en molestarse en algunas ocasiones —murmuro y me mira abriendo los ojos con exageración. —¡Ese fue un golpe bajo! —exclama. Jen tiene 30 años, es bajito y de complexión delgada, su cabello es castaño y lo tiene rizado, su nariz tiene una marca de una pelea que tuvo en la adolescencia y aunque él dice que opaca su bello rostro, es mentira, es muy guapo; además le gusta mucho la moda y siempre está vestido de manera impecable. Adora a mi madre e intercambian ideas. Renato, su pareja, también es latino; él es alto, un poco más corpulento y con facciones más pronunciadas. Tienen un año viviendo juntos, pero se llevan muy bien, por eso me extraña que últimamente estén teniendo problemas cuando se la pasan haciéndose cariñitos. —¡Chlo! —grita Jen y me estremezco. —¿Qué pasa? —Estabas en la luna y me dejaste aquí —me recrimina. —Pensaba en ti y en Renato. —Ni me lo recuerdes, tengo que hablar con él cuanto antes—suspira—. Y sin falta, no puedo soportar más su indiferencia. —Por favor hazlo, no te quiero llorando por los rincones todo el tiempo. —Contigo como amiga, no necesito enemigos —bufa y vuelve a mirar a Theo—. ¿Puedes contarnos algo de ti, Theo? —Jen —llamo su atención—. No empieces con tus cosas y deja en paz a Theo. —Nunca me dejas ser —farfulla—. Siempre apagas mi brillo. Terminamos de comer y Jen se lleva los restos de comida. Después de unas horas, por fin llega la hora de irnos. Salimos de la oficina y al llegar al penthouse, Theo hace una revisión mientras yo me quedo con Scott, que nos estaba esperando en el estacionamiento. —Esta noche me quedaré yo a cargo de su seguridad, señorita —informa mirándome. —¿Van a tener los mismos horarios siempre? —le pregunto. —No podría darle horarios fijos, Theo necesita tener un horario flexible —responde—. Pero tenga por seguro que siempre estaremos uno de los dos a su lado. «¿Por qué Theo necesitará un horario flexible?» pienso. —Señorita Lawrence —escucho a Scott. —¿Sí? —Ya podemos subir. Suspiro y me bajo de la camioneta para ir al elevador. Subimos y Scott se queda con Theo mientras le da algunas indicaciones. Me quito los zapatos en la sala y me siento por unos minutos intentando relajarme, a veces, mi puesto me pasa factura con tantos casos pendientes. Voy a la cocina y me sirvo una copa de vino. Como no tengo hambre, decido irme a la habitación, enciendo el jacuzzi y tomo a dark diamond del cajón de mi mesa de noche, creo que en esta ocasión, necesito una ayuda extra para relajarme. Estoy por darle un sorbo a la copa de vino cuando se me resbala y cae al suelo haciendo un sonido estruendoso. Theo abre la puerta de mi habitación con prisa y me mira. Suelto a dark diamond y al caer al suelo, se enciende y empieza a vibrar. La sangre abandona mi cuerpo en ese momento, nunca en mi vida me había sentido más avergonzada. —Disculpe que entrara así, estaba haciendo la ronda por las habitaciones y escuche que algo se quebró —se justifica. Lo miro y él no sabe si mirarme a mí o mirar el vibrador en el suelo. —Todo está bien—me aclaro la garganta—. Se me cayó la copa de vino —explico. Se acerca a mí y siento mi corazón latir desbocado, me mira de esa manera intimidante que me acelera la respiración y se inclina para recoger los restos de la copa, mientras dark diamond sigue retorciéndose en el suelo; para otras cosas la batería no funciona y justo ahora, la tiene al máximo y parece cambiarse de velocidades. «Dios escóndeme en algún lugar apartado del mundo y olvida donde lo hiciste, por favor» suplico. Con toda la pena del mundo, me agacho lentamente para tomarlo. —Ahora regreso para limpiar los vidrios —dice Theo mirando mis manos que buscan el botón para apagar el vibrador, asiente y sale de mi habitación. Pongo a dark diamond de nuevo en el cajón y lo cierro furiosa. Pensaba relajarme esta noche y lo único que gané, fue la peor vergüenza de mi vida. Theo regresa y recoge los vidrios que faltaban. —Scott estará al pendiente durante la noche —me informa—. Yo me tengo que ir ahora, volveré mañana temprano. Asiento sin decir nada, ni siquiera puedo mirarlo a la cara, mi voz debe estar perdida en algún lugar del mundo junto con mi dignidad. Sale de la habitación y suelto el aire que tenía retenido intentando respirar con normalidad. Me quito la ropa para entrar al jacuzzi y suspiro al sentir los chorros de agua sobre mi cuerpo; al menos esto me ayudará a descansar mejor, en lo que sigo intentando recuperar mi dignidad perdida. (…) Los días van pasando sin más complicaciones, por suerte, todo ha vuelto a la normalidad. Ya no se me hace tan raro tener a Theo o, a Scott siempre a mi lado, después de todo es verdad que no interfieren en mi rutina, además, es probable que si todo sigue bien, no los necesite más, ya que no hemos vuelto a tener noticias ni del cantante, ni de su representante. Describiría a Theo con un hombre muy profesional, aunque es muy callado, siempre con esa mirada penetrante que provoca algo en mí, es de los hombres que no necesitan hablar para intimidarte y provocar que tu cuerpo reaccione de una manera extraña; sobre todo cuando nos hemos topado por accidente mientras salgo de mi habitación y él da las rondas habituales. En cambio, Scott, es más alegre y suele conversar de todo un poco, sus ojos claros tan vivaces inspiran seguridad, aunque también es muy profesional e imponente. —¿Ya estás lista para esta tarde? —me pregunta Jen mientras me entrega unos documentos. —Sí, me iré un poco más temprano, y si quieres, también puedes irte a descansar. —Hoy si te tomaré la palabra, tengo que organizar algunas cosas para la cena de Renato y sus amigos. —¿Lograste hablar con él? —le pregunto—. Hace tiempo que me dices que lo harás y no lo haces. —No, sigue en su papel de víctima, como si yo le hubiera hecho algo, cuando es él quién me evita. Scott está sentado en el sillón al lado de mi escritorio y Jen lo mira sin disimular. —¿Eres casado Scott? —lo interroga. —No, Jen, soy soltero. —Que desperdicio —susurra Jen y Scott sonríe. —Me gusta disfrutar la vida y eso no me parece un desperdicio —asevera Scott—. Ser soltero, no significa que no sea feliz. —¡Exacto, Scott! —exclamo—. Eres de los míos, todos deberían entender eso, no todos soñamos con el matrimonio y con tener hijos. Jen me mira y hace mala cara. —¿Serán pareja próximamente? —se burla y nos señala—. Parece que son igual de amargados, definitivamente son el uno para el otro. Scott y yo soltamos una carcajada, Jen se pone de pie indignado y sale de la oficina. —Ya los quiero ver el día que se enamoren —sentencia—. ¡Tendrán que llevarme a la luna de miel como castigo! —sigue gritando mientras nosotros no dejamos de sonreír. —Disculpe señorita Lawrence ¿a qué hora nos vamos a ir a su apartamento? —pregunta Scott tomando su teléfono. Miro el reloj y veo que son las tres, la exposición abre a las cinco, así que es mejor que me vaya ahora. —Creo que nos vamos en cuanto termine de revisar estos documentos —respondo. —Bien, llamaré a Theo para notificarle, él estará en su apartamento esperándola. Cada vez que cambian de turno y sé que volveré a estar cerca de Theo, siento algo extraño; seguramente es la vergüenza de lo que pasó con black diamond, aunque siempre le voy a agradecer que no ha hecho algún comentario al respecto y ha sido muy profesional.
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