Mimi saltaba sobre la mesa, daba pequeños giros y ladraba como no lo había hecho en meses. – Tendrá hermosos cachorros, mi lady – dijo el médico mientras acariciaba el pelaje de Mimi. – Traidora – pensó Elena – muchas gracias – musitó con una sonrisa falsa y cargó a su pequeña. El coche esperaba afuera. – ¿Por qué quieres hijos?, estamos mucho mejor sin ellos, sin mencionar todos los accesorios que tendré que comprar, ya no podrás quedarte conmigo, tendré que mandar a limpiar una nueva habitación para que tú y todos los cachorritos que vas a tener puedan descansar, correr y jugar, también tendré que comprar más correas, todas esas complicaciones porque querías un perro – resopló. Mimi chilló ligeramente y se arrastró en el asiento para llegar al regazo de Elena. – Tienes suerte de se