Eliza se mordió el labio en todo el camino hasta el estudio temerosa de que la tetera se ladeara y preguntándose por qué cuando los sirvientes llevaban las bandejas, estas se veían tan derechas, al llegar encontró la puerta abierta, a la señora Julieta Gibson actuando de forma nerviosa y al conde Cristián Johansen con el entrecejo fruncido. Solo pasó unos minutos en la cocina, o eso le parecía, en realidad se había tardado media hora – conde – saludó. Cristián la ignoró – lo que dijo el marqués fue acertado, he sabido de personas que permanecen demasiado tiempo en cama y pierden la función de las extremidades. – Yo tengo fe – dijo Julieta. El teléfono sonó y fue Cristián quien respondió – residencia Varem. Del otro lado del auricular Ivon miró a Louis jugar en el borde del sillón y ca