Joseph Jenkins desajustó su corbata, tomó una copa y bebió hasta el fondo, de ser posible quería tomar una botella completa, pero no quería correr riesgos, se encontraba afuera de la casa, lejos del bullicio, pero no lo bastante como para no escuchar la música, respiró profundamente y dejó el vaso junto a una maceta para recargarse sobre el barandal que lo separaba del jardín. – ¡Gustas! – le dijo Marius ofreciéndole un cigarrillo. Joseph Jenkins reconoció al esposo de Erin Stone y lo aceptó – gracias – buscó en sus bolsillos un encendedor y lo encendió para fumar, no era su costumbre perder la compostura tan abiertamente y se sintió perdido, tanto que decidió sincerarse – está loca, completamente loca – solo tuvo un encuentro con ella durante una fiesta, después viajó al extranjero y cu