La señora Stephens se equivocó.
Gregory Baez era sin duda el sospechoso más obvio, el hombre que pasó quince años en prisión y que al salir libre descubrió que la mujer que amaba estaba muerta y que su hija crecía creyendo que otro hombre era su padre, tenía razones de sobra para odiar al conde Cristián Johansen, pero ese hombre, con sus tragedias y sus traumas tenía una luz resplandeciente en su vida.
Su hija.
Por amor a Erika él jamás cometería un crimen ni la dejaría sola para ir a cumplir una segunda condena en prisión.
El verdadero asesino llegó a la ciudad el mismo día en que el marqués Charles Carsley recogía los pedazos de su corazón roto, chocó contra él y siguió su camino con un único propósito, conseguir un empleo en la villa Varem y llegar a ese día, esa noche de lluvia en
