No sé qué decir de inmediato. Lo cierto es que, aunque estoy tratando de fingir serenidad, su propuesta me sorprende. Y me gusta más de lo que estoy dispuesta a admitir.
—Está bien —espeto, finalmente—. Me parece buena idea.
Asiente con expresión satisfecha.
—Después podemos almorzar en un restaurante que me gusta. No tengo reuniones hasta la tarde.
Ninguno menciona el beso, es como si lo de anoche no hubiese existido, supongo que es lo más inteligente y sensato. Por alguna razón, eso me alivia. Tal vez porque no sé qué diablos decir al respecto.
Así que me permito respirar más tranquila. Tal vez no hablar de ello es lo mejor.
Una hora después me abrigo bien antes de salir. Bufanda, abrigo largo, botas cómodas. Es una mañana fresca, con un cielo plomizo que apenas deja colarse alguno
