EL LAGO —Dos cosas: necesito que me acompañes a un lugar. Y no le digas a nadie. Cierro lentamente la puerta de mi casillero y me giro a ver a la persona menos esperada invitándome a salir. Elder William está recostado en la pared mirándome en tono despreocupado. —¿Disculpa? —apreté mis cuadernos a mi pecho. —Lo que oíste —dice— Necesito que me acompañes a un lugar. Es todo. Miré para todos lados para cerciorarme de que nadie nos estaba viendo porque en realidad esto parece una broma. —¿Qué fumaste? Él roda los ojos. —¿Vas a venir o no? Mi paciencia se agota. Lo pensé. Era muy raro que Elder me hablara y peor, que me invitara, pero antes había hecho un plan: acercarme a ellos para averiguar qué es lo que traman. Y tal parece que Elder me lo está poniendo demasiado fácil.